Capítulo VI

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- ¿Y cuál es el precio exactamente?-preguntó su madre en el teléfono.

Mientras Emely se vestía para salir a estudiar, su hermano menor entró a su habitación con la idea de buscar su juguete preferido que llevaba perdido desde el día de ayer.

-Uhm, ¿Y cuándo lo enviarían?... perfecto entonces, sí me lo entregan más temprano le pago el doble... eso suena bien, hasta pronto. -y colgó Irma.

Irma, es abogada, una experta en su trabajo si es por decir. La conocen como el "Ángel del vecindario" todos los que han caído en manos de la policía en el pueblo han tenido la suerte de tener a Irma de abogada y gracias a ello muchos la respetan.

Cuando Gustavo bajaba las escaleras, Emely tomaba sus cosas para seguirle el camino. Irma le entrega a Gustavo su desayuno para la escuela. El niño corrió feliz hacia la puerta para subir al auto y por fin llegar a hablar y jugar con sus amigos.

Emely bajó las escaleras y se dirigió a la cocina para buscar su desayuno también, pero Irma la detiene con su brazo.

-No hay desayuno para ti hoy.

- ¿Qué? Pero si no he hecho nada malo esta semana.

-Sí, lo sé. Toma. -Su madre le entrega dinero-. Ahí está tu desayuno, disfrútalo linda. -dice, colocándole un beso en la frente.

Emely sigue con cara de extrañada,

De seguro tiene un nuevo novio, pensó para ella.

-Espero que la pasen bien, ¿okey?

- ¡Si!-gritó Gustavo al bajar del auto.

Emely seguía sentada mirando hacia la ventanilla.

Su madre solo la miraba, no sabía que le pasaba pero por seguro ella no quería ir a la escuela y no con lo que pasó ayer. Lo que más se preguntó, fue el por qué su hija nunca habló con ella. ¿Fue acaso que ella dos no tiene mucho en común, o es la manera en que Emely se encierra en su mundo, deprimiéndose más y más?

-Emely, quiero que me llames cuando salgas de clases. -ahí es cuando Emely por fin se digna a encararla.

-¿Para qué?

-Quiero que salgamos juntas. -dice acariciando su cabellera negra.

-Bueno. -suelta y sale del auto.

¿Eso fue un si?, se preguntó su madre.

El día de clases fue muy común a todos los demás días; la misma rutina.

A veces está bien cambiar la rutina, ya que uno se siente más relajado que venir cargado de lo mismo una y una y otra vez. Las cosas tienen que cambiar, o por lo menos dar un giro inesperado o no, pero, tiene que ser para el bien.

Emely se encontraba en su habitación, no había salido de allí en todo el día.

Tal vez sentía que no era necesario hacerlo, la piscina en donde asiste la han estado limpiando como de costumbre.

- ¡Emely!-gritó su madre, con aire de emoción.

Suspiró y puso los ojos en blanco, su madre puede resultar irritante muchas veces. Pero qué se puede decir, la mayoría de las madres son así.

Bajó las escaleras pacientemente, y Gustavo, como cualquier niño pequeño que sólo quiere curiosear, también bajó.

-¿Si?-preguntó, sin ánimo.

Las mil y una imperfecciones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora