Capítulo 2.

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Ese día no di apenas importancia al sueño. A lo largo de la mañana, antes de llegar al instituto- la semana que entrábamos de vuelta de las vacaciones- sólo pensé en esos ojos...que tanto me sonaban.
En mi nueva casa estaba prohibido exhibir y entrenar nuestros "dones". Bueno, así los llamaba Jane. Yo no creía que de verdad fuera un don. Mis hermanos y yo éramos algo especiales.
Antes de que mi padre y su novia decidieran vivir juntos, haciendo así que ambas familias empezasemos a convivir, nuestra pequeña casa estaba siempre llena de magia, colores vivos y risas de fondo. Nuestra madre se ocupaba de enseñarnos a controlar eso. De tanto como le fascinaba ese mundo, pagó sus consecuencias. Antes, mi padre estaba siempre feliz. La última vez que lo vi así de feliz otra vez, fue en el nacimiento del pequeño Jamie, nuestro medio hermano.
Ahora solo hay oscuridad, rostros serios, peleas y refugio en los de nuestra sangre.
Creo que mi padre nos lo prohibió porque le recuerda a ella. Nunca le gustó esto. A veces me da la sensación de que desearía que nunca hubiéramos tenido estos poderes.
Yo tenía siete años cuando ocurrió; Sam, catorce; Max, cinco; y Jane solo tenía un año. Amo a mis hermanos más que a mi misma. Y no estaba dispuesta a que les pase nada.
***
- ¿Estás segura de que estás bien? -preguntó Sam cuando acabábamos de aparcar.-Llevas todo el camino sin abrir la boca, me estás preocupando, Beck.
Sam, el hermano mayor perfecto. Terminó la universidad y volvió con nosotros, en vez de ir a buscarse la vida para, por lo menos, ser feliz por sí mismo.
-Estoy bien. Tranquilo, no tienes que preocuparte siempre. Solo estoy cansada- me miró de forma acusatoria-. En serio, confía en mí. Ha llegado el momento en el que puedo cuidar de mí misma.
Salí del coche casi sin despedirme, observando la fachada del enorme edificio donde estudiaba. Intentaba imitar un coliseo romano, pero era únicamente una alta pared con varias columnas. Los estudiantes de todas las edades empezaban a reunirse con sus grupos de amigos, corrían a ver sus horarios o se sentaban relajadamente a esperar que todo empezara de nuevo.
Ahora entra. Pon una sonrisa, que parezca que no tienes miedo. Imagina que todo está bien.
Abrí la puerta de cristal que daba entrada al lugar, puse mi mejor sonrisa falsa y comencé a buscar a mis dos amigos.
* * * * * *
Billy me estaba esperando al lado de la cafetería, sabía que estaría ahí. Nunca había sido una persona cariñosa, así que, sabiendo como era, Billy me abrazó de forma rápida, aunque ambos sabíamos que nos habíamos echado de menos. Rápidamente preguntó por mis vacaciones, a lo que simplemente contesté con un "como siempre", porque así había sido. Mis hermanos y yo nos quedamos la mayor parte encerrados en nuestras habitaciones intentando aprender a controlarnos, dato que no le revelaría, y en las fechas importantes Marissa nos obligaba a parecer la bonita familia feliz cenando todos juntitos.
Sin embargo, Billy sí tenía más de una anécdota que contar y no podía evitar hablar de ello.

Billy White es mi mejor amigo desde que hace 10 años se mudara a mi vecindario; año antes del accidente. Me quedé absorta mirando por la ventana que había al lado de la puerta, a través de las nubes. Parecía que iba a llover aquel día. Un pájaro se cruzó en mi campo de visión y volví a recordar el sueño.
-Becca, ¿te pasa algo?- Me volví sobresaltada hacia Billy-¿Has escuchado algo de lo que te dicho?
-Lo siento, repite.
-¿Estás bien?-Asentí con la cabeza, dudosa.- Bueno, te estaba diciendo que este año la loca de mi abuela nos regaló a todos mis primos y a mi un jersey rojo con hombrecillos de jengibre...
* * *
-Maldito uniforme, malditos profesores, maldita clase...
-Será mejor que dejes de maldecir, Grace, guapa-. Billy sonrió a nuestra mejor amiga.
Grace Raynolds es prácticamente mi hermana. Nos conocemos desde que teníamos unos tres años, y desde entonces no nos hemos separado. En ese momento, Grace estaba sentada en el suelo, al lado de la taquilla de Billy, mirando su horario de este trimestre.
Mucha gente no sabía cómo tres personas tan diferentes podían ser tan amigas. Billy, siempre felicidad y positivismo, estudiante regular, amigo de todo el mundo; Grace, guapa, bien podía sonreír o darte una patada, novio estable y estudiosa; y, luego, yo, la rara, callada, fría, e inteligente, pasaba de la gente. A veces creía que ser tan diferentes nos hacía complementarios.
Billy y Grace discutían, de forma amistosa, por qué ella estaba tan molesta. La situación se me hizo graciosa, teniendo en cuenta que parecían un viejo matrimonio. No pude evitar reír, y la gente de alrededor se quedó mirando, seguramente preguntándose qué mierda habría pasado para que la rara estuviera riéndose. Pasé una mirada fría hacia todos ellos, mirándolos a los ojos, incomodandolos.
-Los estás asustando, Becca-. Comentó Grace, 'como si me importara'.- ¡Mira! Tienes una clase con Maison Smith. Jo, ojalá yo tuviera esa suerte.
Rodé los ojos. Ni que fuera tan interesante.
-Jo, no hagas eso.
-¿El qué? ¿Esto?- Volví a rodar los ojos-. Jo, que mala soy.
Como si lo hubiera invocado, Maison Smith pasó por nuestro lado, toda la población femenina que estudia en nuestro hermoso centro se quedó embobada mirando su forma de andar, como si siempre estuviera alerta, o su pelo rubio tan claro que podría confundirse con nieve. Y, bueno, yo también tuve que mirar. Pero yo intentaba mirar más allá, aunque en ese momento él miró en mi dirección, haciendo que yo pudiera mirar directamente en sus ojos. Ojos muy azules. Muy parecidos a los de mi sueño. Parecía que estaba en trance, y él, al darse cuenta, puso un gesto arrogante en su bonita cara, lo que hizo que yo desconectara. Así que, por primera vez desde hacía un minuto, rodé los ojos y volví a dirigirme a mis amigos, justo cuando Billy hablaba.
-Joder, parecéis Santa Claus con tanto jo, jo.

Darkness.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora