Prólogo

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No les parece curioso que el hecho de sobrevivir sobrepase el de vivir. Es decir, queremos tener y experimentar todo lo que se supone que la vida puede darnos, pero en vez de eso, todos los días despertamos para luchar contra personas, objetos e incluso nosotros mismos.

No es así como se supone que la vida tenga que surgir, deberíamos ser quienes marquen de algún modo la diferencia, por más cliché que suene. No ser simple sobrevivientes de una guerra que en muchas ocasiones solo existe en nuestras cabezas.

No soy una suicida, si es lo que están pensando. Simplemente es difícil ver puntos de color cuando lo único que puedes palpar son hoyos negros y profundos. Digamos que mi vida no es la común que debe tener una persona con veinte años de edad. En primera instancia vengo de un lugar en donde es más importante tener un arma debajo de tu almohada antes de dinero para un pan y algo de agua. En segundo lugar y mucho más importe: "La vida se trata de vivir no de sobrevivir". Por Dios, somos humanos, pero parecemos asnos.

De donde vengo es difícil ver las líneas imaginarias que delimitaron algunos personajes un poco rústicos. (Y por rustico me refiero a imbéciles sin nada mejor que hacer con sus vidas) en sus motocicletas después de haber perdido un miembro de sus "honorables" (como ellos nos hacen creer) bandas.

Me cansé de estar asustada, de sentir pavor, de ser una asustadiza niña, de no saber en qué momento una bala pudiera impactarme o mucho peor a alguno de mis dos hermanos menores. Me harté de mi madre y su "emocionante" desfile de idiotas ebrios todas las noches alrededor de mis hermanos; pero lo que más me tiene hastiada es esa jodida guerra sin sentido que no parecía tener un final. Así que agarré mis cosas y las de mis hermanos, subí al viejo GTO modelo 64 que mi abuelo tan amablemente nos heredó y me fui sin mirar atrás, al otro lado jodido país, lejos de lo que podría haber sido nuestra muerte.

Puede ser egoísta y lo que quieran, pero mis hermanos no estaban en edades para saber elegir lo que es mejor para ellos, es decir, a los dos y trece años no sabes que el mundo es lugar de mierda en el que debes tomar decisiones que pueden arruinar o mejorar tu vida. De este modo, sólo sé que lo que estoy haciendo tiene repercusiones que se verán más adelante, pero simplemente no me podía ir lejos sabiendo que ellos se quedaban con mi madre, que hace las veces de prostituta de la ciudad.

Hice mis apuestas, y no me puede importar menos todo lo que deje atrás. Lo hice por mis niños y justo en este momento no pienso arrepentirme por tratar de darle lo que considere mejor para mis dos ángeles.

No tengo un jodido plan, pero sé que nos apañaremos.

Eso espero.

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