10. Piernas rotas.

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¿Les cuento algo? Mis padres por poco y descubren a Drew por culpa de Sandy y Joshy.  Al parecer le comentaron sobre una chica que se quedaba en casa siempre y que les agradaba. Mamá llamó esa noche preguntándome quién era esa chica. Me limité a decirle que era una compañera con la que estaba realizando un proyecto escolar y siempre se venía a casa de Blake para continuar. Ella se mostró reacía durante la conversación al lanzar preguntas cómo: ¿Se han quedado solos? ¿Cómo es ella? ¿Y Blake está siempre en casa? Le aseguré que no pasaba nada. La conversación terminó con un diminuto Te extraño de parte de mamá y yo afirmandole lo mismo.  Al día siguiente tuve una seria conversación con Joshy y Sandy. Busqué cualquier clase de excusas para explicarles por qué una chica extraña estaba viviendo conmigo, pero todas resultaron ridículas. Así que les conté la verdad. Sandy la relaciono inmediatamente con las princesas de los cuentos de hadas.

—Sí, Sands. Drew es cómo una de esas princesas de los cuentos, solo que sin tanto... brillo y esplendor. Se supone que ellas no existen, pero Drew sí. Y yo la creé—recuérdo haberle dicho.

A Joshy le fue un poco más complicado entenderlo. Incluso más que a Blake. Le parecía absurdo el hecho de que algo que no existiera, cobrara vida de la noche a la mañana. Al escuchar que todo esto había sido obra de Abuela Nany quedó algo atónito y decidió escucharme con claridad así que le expliqué todo una vez más. Los hice jurar a ambos que no dirían ni una sola palabra sobre mi vida cómo escritor, sobre Drew y su mundo ficticio y sobre que no comentarle nada de esto tanto a ella cómo a mis padres. Para asegurarme de que guardarían este secreto como tumbas, me tomé la libertad de amenzarlos. Si Sandy abría la boca le diría a mamá que le robó 30 dólares de su cartera para comprarse la última muñeca de la colección de Monster High y en el caso de que Joshy hablara pues confesaré el día en que me preguntó cómo se usa un condón. Sólo tiene 13. Ni siquiera yo sé usar un condón, debería saberlo pero creo que no será necesario hasta dentro de un buen par de años. También le dí tres dólares a cada uno.

Y así fue cómo sellé el secreto con mis hermanos menores.

La campana suena salvandome del largo sermón del profesor de química. Tomo mi morral y me lo echo al hombro para salir a toda prisa del aula. Camino por los pasillos con la mirada fija en el horario mientras reviso cuál es mi siguiente clase. Lengua. No la odio pero tampoco me encanta. Creo que esta vez no tendré que escaparme de clases.

Levanto la cabeza y lo siguiente que sucede es que tropiezo con alguien. La chica se estrella contra mi cuerpo, yo trastabilló hacia atrás intentando mantener el equilibrio.

—Lo siento—se disculpa entre jadeos y sigue adelante.

A mi cerebro le toma un segundo procesar su voz y reconocerla. Una vez que está a unos tres metros de mí, la sigo y sostengo su brazo evitando que avance.

—¿Pero qué...? ¿Andy? ¡Andy!—dice ahora un poco más calmada llevándose una mano a la frente.

Rudie lleva el uniforme de gimnasia, está algo sudada y su cabello también está húmedo. Su pecho sube y baja agitadamente, sus mejillas están sonrojadas y su aspecto es algo desagradable.

—¿Te han puesto a correr por los pasillos? ¿Ahora que hiciste, Rud?

—Ja,ja. Muy gracioso—frunce los labios y pone los ojos en blanco—Que alivio encontrarte.

—¿Por qué lo dices?

—Drew te necesita.

—¿De qué hablas? —frunzo el ceño.

—Está en la enfermería.

—¿Qué?

—Vamos, tranquilízate. No tienes por qué ponerte pálido—me da unos golpecitos en la mejilla—Tuvo un accidente en gimnasia...

AnDrew.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora