Capítulo 17

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 Vírgenes. Todos allí eramos vírgenes.

Nadie había experimentado el sexo jamás, y eso era algo en común que teníamos, y hasta habíamos llegado a una conclusión con acerca de eso: La gente no solía vernos atractivos y si eso ocurría, algo pasaba con ellos...simplemente se alejaban de nosotros.

—Jhon era uno de ellos —conté ahora que lo recordaba—. Llegamos a un punto en el cual él había dejado de estar interesado en mí. Jhon era uno de mis compañeros de clase de piano.

—Lo mismo me sucedió con Lissa, mi vecina. Ella y yo estábamos demasiado atraídos el uno con el otro, y también, de un día para el dejó de hablarme y mirarme como solía hacerlo antes. Era como si me tuviera desprecio o algo así. —coincidió Ethan.

Aquel pequeño fragmento de la vida amorosa de Ethan me dio algo de celos.

—A mi me pasó con...

Robert dejó de hablar por unos momentos.

—¿Con quién Robert? —lo alenté.

—Con mi novio Samuel.

Aquella confesión dejó tieso a la mayoría, hasta que vi la expresión de Ethan, quien se encontraba tranquilo. Supuse que él ya lo sabía de antemano.

No sabía que Robert era gay.

—Samuel me quería ¿sí? —Robert parecía nervioso, como si no estuviera acostumbrado a hablar de ello— Y me lo demostraba todo el tiempo...hasta que llegamos a encontrarnos solos en la habitación de mi casa. Y lo que pasó después, fue lo más shockeante de nuestra relación.

—¿Qué pasó, bonito? —preguntó Iss llena de curiosidad, amacandose en su lugar, y sonriendole de forma dulce.

—Samuel me miró, se levantó de la cama y me dijo: No puedo tocarte como quisiera, él nos los impide.

—Vaya...¿Y le pediste alguna explicación al respecto de por qué te dijo eso? —pregunté.

Robert estuvo apunto de responderme, pero se quedó petrificado con la palabra en la boca.

Al instante, sentí el por qué.

Un fuerte dolor recorrió mi columna provocando a la vez un horrible escalofrio.

De pronto, se esfumó.

Levanté la vista y todos estaban igual de consternados que yo.

—¿Sintieron eso ?—preguntó Ethan, con los ojos bien abiertos.

Para mi sorpresa, todos asentimos.

—¡Gabriel!

El grito de alegría de Iss nos estremeció a todos, me volteé y detrás de mí me encontré con una mujer de una estatura mediana, cabello rizado y de una sonrisa risueña.

Estaba vestida con un traje rosa y zapatos blancos. Aparentaba ser una mujer de unos treinta años o más quizas...muchos más.

Nos pusimos todos de pie al mismo tiempo, sin sacarle los ojos de encima.

Iss, que ya parecía conocerla desde antes, le besuqueó las dos mejillas y la abrazó con fuerza, extasiada de felicidad por verla.

—Creí que Gabriel era hombre. —pensé en voz alta.

La mujer sonrió ante mis palabras.

—Hola Angélica. Soy Duran.

¿Duran?¿Ese no era el apellido de mi psicólogo?

No te olvides de Angélica.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora