LIBRE CON ALAS ROTAS

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Hacia una semana que Rita habia llegado a casa de sus padres pero las cajas de mudanza seguían exactamente donde las habían dejado, una fina capa de polvo comenzaba a adornarlas, en otro momento Rita diligentemente habría sacado todo de las cajas, ordenado y organizado cada objeto y no habría descansado hasta ver que todo estaba presentable para lo que pudiese llamar un "hogar decente"

Ahora era diferente, muy distinto, le habia bastado sacar una pequeña maletita de ropa con pijamas y subsistir de la comida que su hermana le habia dejado en el refrigerador, misma que estaba ya a punto de terminarse, pero que tenia sin cuidado a Rita pues todavía habia unos paquetes de galletas, cualquier cosa que sirviera para acallar el ruido de su estomago y asi, conseguirle mas tiempo para permancer en la habitación que ahora habia elegido como suya.

Rita se mira al espejo, es, en este momento todo aquello que se juró nuca seria: una mujer con el cabello graso, sin maquillaje, ojeras, hundida en la indiferencia y la autocompasión...un fracaso.

Sus hijos ya habían llamado, Lucy iría en cuanto terminara su proyecto, vivía a 4 horas de la ciudad y no le tomaría mucho visitar la casa de su madre, Sebastian habia prometido llegar para Navidad, el posgrado que estudiaba en otro país lo retendría mas tiempo, eran buenos muchachos, pensaba ella, encaminado cada uno hacia el cumplimiento de sus metas.

Rita se sentía simplemente incapaz de estorbarles o cargarles con sus problemas, asi que, al teléfono, había tratado de sonar lo mas tranquila y jovial posible, bueno que ninguno de sus hijos había visto las lagrimas que caían hasta su barbilla mientras les aseguraba que estaba todo bajo control.

-Es imposible, Rita, no puedes pasar asi el resto del tiempo- Martha le dice en tono de reproche, escondiendo su preocupación, luego de ver el estado de su hermana, deja la casa con la promesa de que regresara y pensaran como resolver esto.

"No hay mucho que hacer" piensa para sí Rita, esta es ahora su situación, sola, en una casa cargada de recuerdos, no le importa ya que pueda pasar allá afuera. Solo hay un pensamiento que la obliga a ir poniendo un poco de orden cada día, pensar que sus hijos, tarde o temprano llegaran a verla.

No querría que se dieran cuenta que su madre es , en realidad, una patética cuarentona tirada en la depresión por el abandono de su padre...Si, se oye terrible, pero las verdades desnudas nunca son agradables.

Con el paso de los días, Rita se da cuenta que ahora puede quizá hacer alguna cosas que antes no podía, por ejemplo, cocinará ese platillo de papas al horno que tanto ama pero que no hacia por que a Ricardo no le agradaba, lo comerá una y otra y otra vez, tantas como se le antoje.

Tiene ahora un montón de películas, comedias románticas y eróticas que siempre pospuso ver por ser "aburridas" para Ricardo. Deja su cama sin arreglar, por el mero hecho de que así le place hacer, música, libros, comida llegan a su casa como nuevos invitados, antes no gratos para su ex esposo.

Cada vez, es un paso, para sentirse un poquito mas segura, sin embargo, el vacío que aun le despierta por las noches, sigue ahí, esa sensación de tristeza, de soledad, no se va.

Rita sabe que ahora puede abrir sus alas, pero siente igual, que las tiene rotas.



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