CAPITULO 4

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Rogelio esta recargado en el pretil de la puerta mientras observa como Silvia toma cada una de sus posesiones poniéndolas descuidadamente en un par de maletas, enrolla la ropa que encuentra por ahí , un par de zapatos, su cepillo...

-¿Lo has pensado bien?- Rogelio le pregunta como por decima vez, aun, tiene la moribunda esperanza de hacerla cambiar de opinión.

- Si- responde Silvia- sin voltear a verle, sin hacer ninguna pausa en su tarea de empacar sus cosas...

- ¡Pero amabas este lugar!, somos felices aquí, no lo entiendo- Rogelio la toma por el brazo y es entonces cuando Silvia, haciendo acopio de su ultima dosis de pacienca, voltea, frente a él y mirando directamente a sus ojos le responde:

- Tu lo has dicho, lo amaba, tiempo pasado, te he explicado ya, he cambiado, tu también, esto ya no nos lleva a nada y no pretendo hacerte cambiar , somos libres ¿recuerdas? , asi que déjame terminar y despidámonos en paz...o no, como tu quieras.

-...entonces, no. – 

Rogelio sale de la casa, azotando la puerta violentamente, toma el camino que lleva al único barcito del pueblo, necesita algo fuerte que abrase su gargante, que disuelva ese nudo que tiene ahí y que no se atreve a dejar salir.

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