Capítulo 6

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-Narra Samuel-

Dentro de la habitación, Willy esperaba de pie. Era obvio que escuchó nuestra discusión, nunca le había visto tan perplejo. Me miraba con los ojos como platos y la boca entreabierta debido a la impresión. Todavía se cubría con las manos la zona del rostro en la que Víctor le había golpeado, peligrosamente cerca del ojo derecho.

Me aproximé a él con cautela, intentando disimular lo afectado que me encontraba tras el altercado con Víctor.

-¿Te duele mucho?.-Pregunté con sincera preocupación, una pregunta tan estúpida que enseguida me arrepentí de haber formulado. Obviamente le dolía, a cualquiera le dolería que le pegaran un puñetazo. Aunque me gustaba mitigar mi culpabilidad aferrándome al hecho de que Víctor no tenía demasiada fuerza, y de que, por lo tanto, el daño podría haber sido mayor.

Un dócil asentimiento de cabeza fue su respuesta, y fue toda una sorpresa recibir una contestación tan pasiva. Suponía que el desconcierto y el dolor no le permitían ser borde conmigo, no en un momento así. ¿Debía aliviarme entonces por el golpe que le habían propinado? Ya que, de lo contrario, ahora mismo estaría recibiendo una fría reprimenda de parte de mi compañero de cuarto.

-Espera, te traeré algo de hielo.-Anuncié, y salí del cuarto torpemente. Por fortuna, Víctor ya se había marchado del corredor. Desconocía qué sería capaz de hacer cuando viera al rubio, de momento sólo podía vaticinar que no saldría nada bueno de dicho encuentro.

Salí disparado hacia el comedor de las residencias. Los encargados ya estaban recogiendo, colocaban las sillas sobre las mesas y la mayoría de las luces estaban apagadas. Les informé atropelladamente de lo que había ocurrido, sin incurrir en ningún detalle, y no me marché del comedor hasta que tuve entre mis manos una fría bolsa de hielo.

Subí corriendo los escalones, demasiados escalones, tantos que más de una vez casi tropiezo y caigo de boca. Llegué a nuestro cuarto empapado en sudor, exceptuando mi mano derecha que yacía congelada bajo el peso del hielo.

Willy esperaba sentado sobre su cama, con las piernas colgando en el aire y la zona adolorida aún cubierta bajo sus manos. Torcí el gesto, esperaba que el hielo consiguiera rebajar la inflamación que debía haberle causado el golpe.

-Te he traído el hielo.-Comuniqué alzando la bolsa, me sentía mal por haberle metido en problemas. Sin su permiso, que sospechaba que de pedirlo me hubiera sido denegado, subí las escaleras y me senté también en la litera.

Él se descubrió la zona golpeada. Estaba roja y, como sospechaba, también inflamada. El menor ya no parecía sorprendido, la misma expresión de tranquilidad constante había vuelto a su hinchado rostro.

-No tenías que defenderme, estaba todo bajo control. No te necesitaba para nada.-Exclamó fríamente. Claro, ni lo había pensado, era obvio que a Willy no le iba a gustar que yo le defendiera, ni tampoco verme preocupado por él. Y lo cierto era que estaba cansándome que tuviera una actitud tan seca hacia mí, así que no me molesté en conservar las apariencias que él nunca había intentado guardar.

-Sabes que te he defendido porque es lo que Sergio habría hecho, y de no hacerlo entonces me habría pegado una paliza.-Comenté, y sonreí ante su mención porque hacerlo era inevitable. Mi argumento dejó callado al chico, carente de objeciones. Acerqué la bolsa de hielo a su piel con mucha cautela, esperando su aprobación, que llegó en forma de asentimiento. Al reposar el hielo contra el golpe, Willy dejó escapar un gemido de dolor, aparté la bolsa instintivamente.-Perdón.-Exclamé arrepentido. Era la primera vez que nombraba a Sergio delante de Willy, y temía que la presencia de aquel nombre me hubiera hecho perder el control de mi fuerza y la concentración sobre la actividad que estaba realizando. No me extrañaba que mencionarle hiciera temblar mis extremidades, siempre lograba que perdiera el control de lo que hacía y de lo que decía. El menor negó con la cabeza, estaba notoriamente aletargado, y sospechaba que por el mismo motivo que yo. Por la pronunciación de un nombre que tanto nos unía, y que tanto nos separaba, un muro inquebrantable de odio, rencor y sobretodo dolor, mucho dolor. Mucho más del que Víctor podía propiciar con cien de sus puñetazos.-Ve con más cuidado.-Pidió sin rencor. Asentí, y con la misma delicadeza con la que se moldea un cristal, apoyé el hielo sobre la herida.

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⏰ Última actualización: Jul 10, 2016 ⏰

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Fantasmas lejanos - Fic WigettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora