Capítulo 1: "Tropezar, enrojecer y extrañar"

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Estába profúndamente dormída, sumida en un sueño de mí nueva vida en Londres. Hasta que una dulce voz, forzada, y una leve sacudida me despertó bruscamente.

Azafata- Señorita, ¿se le ofrece algo de beber?, estamos a 30 minutos de sobrevolar Londres.

______- No, muchas gracias, ¿pordría despertarme cuándo estémos sobrevolando Londres?, quiero conocer mi nueva ciudad- dije soltando una risita, sonando infantíl. A lo que la muchacha sólo se limitó a asentir con una sonrisa en su rostro y retirárse, dejándome sumida en ese extraño sueño que estaba a punto de culminar. Pero de vuelta fui arrebatada de mis sueños por esa voz dulce y el leve sacudón.

Azafata- Señorita, estamos arriba de Londres.

_____- Muchas gracias, y disculpa la molestía.- Le dije sonriendo apenada, ella se retiró y yo me dispuse a ver por ventanilla, lo que sería mi nueva ciudad.

Observé el paisaje a mi disposición, pero luego de unos minutos comencé a sentir mariposas en el estómago que indicaban el aterrizaje. La azafata anunció por el parlante: <<Pasajeros a bordo, estamos aterrizando, colóquense el cinturón de seguridad, al cabo de unos minutos estaremos en el aeropuerto>>. La chica repitió esto en varios idiomas, sin faltar el insistente de cada vuelo, que preguntaba algo cada 2 segundos.

Al bajar me encontré con un clima caluroso, todo lo contrario a mi país en éste mes. Me pareció muy extraño y nostálgico a la vez que todos los pasajeros fueran recibidos por alguna persona y que yo, por el contrario, estuviera sola. Esto no me impidió agarrar mis maletas, llenarme de valor y seguir adelante,  después de todo, esa beca intervenía en  mi futuro. Me paré frente a la parada de taxis, abordé uno y le di la dirección de mi hotel. El hotel que me hospedaría antes de irme al internado  “Wherever Place”, en el que me habían becado para seguir mi carrera de diseño gráfico. La travesía al hotel fue placentera, dirigí mi vista por las calles que inundaban de gente apresurada, cuando subí a mi habitación respectiva me deshice de todas las maletas y me dirigí al restaurante de abajo, debido a mi inglés casi perfecto, cuidadosamente empleado desde los 12 años, hacerme entender entre los residentes era “pan comido”. Pedí la comida y me fui a dormir, al otro día me esperaba un día turbulento.

Al otro día:

Me levanté, me higienicé y opte por ponerme  un jean gastado celeste y unos “All Star” viejos que quité del fondo de mi armario antes de venir a Londres. Ellos eran el amor de mi vida, después de John, claro. Él me esperaba allá en ___ (t/p), con sus brazos abiertos deseando que regrese de esta gigante ciudad, o eso al menos me gusta creer…

Al atravesar la puerta que conectaba con la calle del hotel,  sentí un frío que me estremeció todo el cuerpo, haciéndome soltar un leve gruñido. Recorrí por ratos las calles, hasta llegar a un Starbucks, miré mi reloj: 12:30...

Perfecto -Balbuceé-, con el rostro inundado en ira, era súper tarde y me había perdido la oportunidad de un frapuccino a mitad de precio. Al entrar sentí las miradas en mí del personal enojado por mí repentina tardanza, seguramente a esta hora no reciben mucha gente, imaginé. Las pocas personas que había, giraron su cabeza para verme; allí parada, frente a la caja pidiendo un Capuchino y un tostado para comer en el lugar.

Me senté en una mesa alejada de todos, frente a una fuente de agua con colores leed resplandecientes. Fingía leer algo en mi teléfono hasta que la chica me trajo mí pedido, subí la cabeza y agradecí. Al cabo de unos minutos había devorado todo con gran entusiasmo ¿Acaso Londres le ponía mejor sabor a sus Capuchinos? Era eso o mi hambre voraz. Dejé la propina y me dirigí a la puerta, al salir con la mirada fija en la pantalla de mi teléfono se me olvidó la posibilidad de que alguien podría entrar al establecimiento y toparse conmigo. Y eso sucedió, al menos 4 o 5 chicos y una chica, se dirigían a la caja, tropecé con uno, haciendo que mí teléfono resbalara de mis manos y cayera en el suelo, me maldecía por dentro debido a mi torpeza mientras me hincaba  a recogerlo. Una chica de ojos verdes, y cabello oscuro  se me adelantó y lo tomo, entregándomelo en las manos, asentí ruborizada. La chica se limitó a soltar una risita y a dirigirse con sus compañeros. Alcancé a ver sólo tres de los chicos debido a los cabellos que me tapaban la cara, había uno rubio, uno con el cabello enrulado y también un chico alto con el cabello oscuro. Cualquiera de ellos era muy apuesto, me sentí una pordiosera al observar mi atuendo, Londres estaba lleno de gente bien vestida,  y yo vestida como si fuera al supermercado en una madrugada lluviosa de lunes.

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