Extra

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Y bueno, ¡aquí está el lemmon! AFSGDJDKFLF.

Dedicado a la persona que me ha dado ese empuje necesario para empezar a publicar esta historia.

¿Quién hubiera pensado que iba a perder la virginidad con el chico con la cual, hace algunos meses, me escribía en los azulejos del baño?

En esos meses había tenido miedo, miedo de que me estará usando solo para olvidarse de su ex novio - que en otras ocasiones se había acercado a mí para pegarme, pero por suerte Miguel siempre estaba conmigo a defenderme - pero cuando, esa noche de primavera, me llevó al restaurante y me besó en la playa, con la luna como testigo, comprobé que él de verdad quería algo serio conmigo.

Nunca habíamos llegado a más de roces y caricias, casi siempre era yo quien me separaba, explicándole que todavía no estaba listo para llegar a fondo. Él me entendió, y me aseguró que cuando iba a estar listo, él lo haría con calma y amor.

Había ido a su casa a pasar la noche, ya que mi madre se había ido de viaje por trabajo y me aburría en mi casa.

La tarde había trascurrido entre risas y caricias, al llegar la noche nos sentamos en el sofá a ver una película, que fue olvidada cuando las caricias subieron de nivel.

Su boca tenía un extraño sabor a cerveza y chocolate - que habíamos comido antes -, mientras que su piel era tan cálida y suave como si abrazaras a un oso de peluche, solté un suspiro y rodee su cuello con mis brazos para hacer ese beso más profundo, saciándome de su sabor, su piel y su aroma; sentí sus fuertes manos deslizarse suavemente desde mi cintura hasta mi columna vertebral, para llegar al borde de mi camiseta. Comenzó a deslizarla lentamente, probablemente esperando que yo me alejara como lo hacía siempre, diciéndole que no quería, pero esta vez no. La deslizó sobre mi piel, mientras sentía como se erizaba con el paso de la yema de sus dedos. Solté un jadeo y él aprovecho para quitarme la prenda. La lanzó en algún sitio del salón, puso sus manos en mis piernas para que me sentara encima de él. Me besó, mientras sus manos subían acariciando mis piernas hasta llegar a mis glúteos. Los apretó con fuerza, acto que me hizo gritar un poco, morderle el labio y poner las manos en su pecho para alejarle de mí.

—¡Hey! —le reté enojado, y muy avergonzado. Creo que aquello le hizo gracia, ya que se acercó más a mí, agarrándome de la cintura —Déjame tonto —le pedí tratando de alejarlo, aunque si era imposible; uno porque él era más fuerte, dos porque yo no quería.

—Shhh, lo vas a disfrutar —musito sobre mis labios. Yo asentí: quería hacerlo. Él sonrió, para después atacar mi boca en un hambriento y necesitado beso.

Suspiré y enredé mis brazos en su cuello, sus manos apretándome de forma necesitada y pasional; quería llegar más a fondo. Mi piel quemaba, quemaba con el tacto y el roce con el de su cuerpo y su piel, nuestras respiraciones estaban agitadas. De forma ágil enrede mis piernas en su cadera de tal forma que mientras me comía la boca, me podía restregar de forma descarada con su cuerpo. Le oí gemir de forma ronca, llena de deseo, de un deseo guardado no solo esos meses donde habíamos estado saliendo como pareja, un deseo guardado como el mío: desde el día que me encontró respondiendo a su mensaje en los azulejos del baño. Sonreí triunfante al saber que solo yo podía ponerle así, por lo que me restregué aún más por todo lo largo de su torso, sentí como me sostenía con um brazo para que no me alejase de él - aunque no tenia intención de hacerlo - mientras el otro brazo lo llevaba hacia mi pantalón, para permitir a su mano entrar y masajear mi erecto pene.

—Ahhh —gemí e hice mi cabeza hacia atrás cuando uno de sus dedos, de la mano que me agarraba para no alejarme, se paseaba descaradamente en mi entrada, suspiré y le jale aquellos cabellos oscuros que caían de la forma más provocativa posible, sobre aquel hermoso y perfecto rostro.

Sentí mis piernas flaquear por las deliciosas caricias sobre mi cuerpo, creo que lo entendió porque me recostó con mucha delicadeza en el sofá mientras devoraba mi boca, donde su lengua ardiente recorría la mía y sentía como la saliva se combinaba con la mía. Aún no me había saciado de sus labios carnosos cuando me hizo girar, sin poder mirarle. Escondí mi cabeza en mis brazos, cuando de un momento a otro sentí como bajaba mi pantalón, intentando bajar también mi bóxer. Traté de voltearme pero sus manos en mis hombros me lo impidieron.

—Nadie te ha dicho que te muevas —susurró lujuriosamente sobre mi oído. Respiré mas agitado que nunca, ya sabía lo que se venía, yo lo había deseado muchas veces, pero el miedo no abandonaba mi cuerpo. Y Miguel lo notó, beso mi mejilla susurrándome un "Tranquilo, no te haré daño; lo vas a disfrutar".

Sentí su lengua deslizarse por mi nuca dejando un rastro de saliva, suspiré y sentí mi miembro crecer dolorosamente, y tal cual como lo hizo con mis pantalones, me quitó también el bóxer, quedando desnudo frente a él, totalmente a su merced. Suspiré agitado, sabía lo que se venía, pero antes de poder prepararme psicológicamente sentí su lengua pasar por toda mi entrada, lamiéndola y llenándola de saliva, haciéndome delirar y gemir como vil puta en celo. Sentí la tela del sofá mojarse bajo mi pene, por la excitación que estaba sintiendo.

Arquee mi espalda cuando sentí que su lengua era reemplazada por tres dedos que entraron de uno solo en mi estrecha entrada, haciéndome gemir y gritar aún más, me mordí el labio para no parecer tan desesperado pero cuando estaba logrando esto me penetró de uno solo, de una forma tan dolorosa y placentera. Me besó la espalda mientras esperaba que yo me acostumbrará a su miembro dentro de mí. Suspiré adolorido, pero poco a poco me fui acostumbrando, hasta que sentí que se movía lentamente, haciendo gemir por el placer. Comenzó a penetrarme de forma rápida, nuestros cuerpos sudaban, le oía gemir y gruñir mientras penetraba con fuerza mi trasero golpeándolo y nalgueándome, acto que me hacía excitar aún más.

—Ahh, M-miguel —gemía de forma descontrolada, sintiendo mi visión nublarse y al sentir esa corriente por toda mi columna, carraspee y cerré los ojos vaciándome, haciendo que me apretará y por consecuencia, Miguel se corrió dentro de mí.

Lo sentí caer rendido sobre mi espalda, los dos intentando recuperar la respiración. Todavía temblaba por la excitación y el placer de hace unos segundos, él me giró agarrándome por la cintura e invirtió las posiciones, quedando yo acostado encima suyo.

Agarró una manta que dejaba siempre en la mesa delante del sofá, y nos tapó a los dos. Apoyé la cabeza en su pecho, sintiendo su corazón latir.

—¿Estás bien? —preguntó acariciándome el cabello. Cerré los ojos relajándome.

—De maravilla —lo escuché reír levemente, mientras continuaba a acariciar mi cabello, acto que me estaba haciendo quedar dormido.

Besó mi nuca, continuando con sus caricias, apoyándose al cojín del sofá, y cerrando los ojos: los dos estábamos cansados, yo más que él. Sabía que estaba feliz, feliz de que haya aceptado hacer el amor con él, después de meses de espera.

—Te amo Rubén —le escuché susurrar antes de caer dormido. Porque nos habíamos enamorado, empezando con simples mensaje en el muro de un baño.

Bathroom Wall | RubelangelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora