Castlevania: Memories of a Witch

La inquisidora persecución en el bosque

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Avanzando por el bosque, Lisa y Jewel no tardaron en percibir criaturas a su alrededor. Sin embargo, no eran animales salvajes como zorros u osos. En vez de eso, eran, por alguna razón, dos criaturas que Lisa había identificado sólo en sus libros. Fenrirs, criaturas asemejadas a los lobos, relacionadas con la mitología nórdica.

-...Tenemos que correr.- dictó Lisa, intentando cargar a Jewel del hombro y pararse, aunque fallando un poco en el proceso de este último por la herida de su talón.

Cojeando, Lisa intentaba ir lo más rápido posible, aunque no parecía ser mucho. Así por poco tiempo hasta que dicha niña empezó a sentir algo vendando su herida... Era Jewel.

-...Gracias...- musitó Lisa, intentando reincorporarse mejor y empezar a correr. Su compañera, a continuación, empezó a seguirla a la misma velocidad. No lo podía denotar en su rostro, pero tenía intenciones de seguir a la bruja.

Entretanto, dicha pareja de bestias se lanzaron al ataque contra el par de niñas, a lo cual Lisa decidió responder con un bastonazo a uno de ellos, mientras Jewel, por acto instintivo, optaba por lanzar extensos hilos a las patas del compañero, llegando éstas a ajustarse para inhabilitar el movimiento de tal, aunque fuese por unos instantes. Repeliendo a una bestia un poco y anclando al otro, el dúo empezó a seguir huyendo en busca de refugio, por si no fuese la propia salida del bosque.

Podrían salir volando, pero Lisa no estaba en condiciones de apoyarse de la escoba con un pie herido, y menos forzado en lo que repelía al Fenrir. Sumado a que su persecutor pudiese estar examinando el cielo, y encima arriesgarse en una noche tormentosa a ser víctima de un grave resfriado, por mencionar el mejor caso de esta ansiosa bruja, era mejor escabullirse en tierra, aunque tampoco fuese del todo bueno el sendero. Salientes de tierra obligaban al para a bajar o subir, y no precisamente caminando. Afortunadamente, a Lisa se le ocurrían planes espontáneos para esos bordes insólitos, involucrando a su compañera quien, sin titubear, accedía a saltar abajo para amortiguar la caída de Lisa, o crear cuerdas para escalar y, de paso, cargar a Lisa al estilo de un ascensor con redes.

Sin embargo, el peligro de los fenrirs seguía constante. Yendo tras ellas, estas bestias buscaban asestar golpes contra las chicas, recibiendo en contra picos de hielo, para luego aturdirlos lo suficiente en lo que se formaban las ataduras de la muñeca sin alma, quien huía junto a su camarada para superar más obstáculos.

Temblando de frío, Lisa lamentaba no poder usar algún hechizo de fuego para calentarse y secarse todavía, pues tarde o temprano la lluvia apagaría dicho fuego y le retornaría lo que se habría quitado, si no quema antes la parte de algún árbol que aún sea inflamable frente a la humedad que lo cubra. Además, quedó demostrado que a Jewel no le agrada tanto el fuego como a ella, pese a que ello no la afecte del todo, pues no presentó quemaduras durante su combate, a pesar de que sus muñecas habían tenido ligeras combustiones.

El bosque no parecía terminar, y eso que ellas se aseguraban de seguir un camino recto para no arriesgarse a girar en una senda circular y, por tanto, infinita. Sin embargo, Lisa estaba determinada a continuar pese al dolor. Más que por supervivencia, ella quería mantener el orgullo de su familia, y no podía hacerlo coja, por lo que necesitaba recobrarse en algún sitio.

Así iban las dos, a ciegas en medio del bosque, hasta que Lisa, de un tropiezo con una roca a partir de su pierna lesionada, cayó al lodoso suelo. Jewel, por su parte, se encargaba de atar a los fenrirs, quienes las habían seguido durante todo el recorrido, por lo que no notó el accidente de su colega. Y aunque estuviese a punto de lanzar las agujas como aquella vez en la casa embrujada, sonaron dos objetos incrustándose en la espalda de las bestias, más tarde revelando como cruces que mataron a dichos enemigos. Y aunque Lisa estuviese quejumbrosa por las repercusiones de su caída, al notar las cruces no tardó ni un segundo en reconocer el origen.