Prólogo- Oscuridad

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(Hanna)
Mis pasos son cada vez más rápidos mientras mi respiración cada vez más lenta, siento un fuerte dolor en el pecho que me envuelve y hace que me ardan los pulmones pero aún así no puedo dejar de correr.
La oscuridad de la noche no me permite ver demasiado, sólo con la escasa luz de la luna puedo ver hacia donde voy.
Camino por las aceras y cruzó las esquinas, las mismas que recorrí aquella noche y las cuales he cruzado durante todas las noches desde entonces.
Con el corazón golpeandome fuertemente el pecho y las piernas ya adormesidas busco su rostro en la oscuridad. Las calles están desoladas eso las hace ver más tenebrosas y fantasmales, sola con el viento tan frío que me hace temblar.
Cruzó la esquina, la última, como todas las noches, como un disco rayado que se repite una y otra vez.
Al girar la esquina por completo lo veo, a duras penas pero se que es el.
Al gritar su nombre mi estómago se revolvió bruscamente haciendo que llevará mis manos al vientre de manera involuntaria, pero al momento de verlo todo cambia. Su rostro bañado por la tenue luz de la luna me hace sonreír de una manera exagerada, sintiendo una inmensa felicidad. Su rostro se ilumina igualmente por una inmensa sonrisa, tan o quizá más brillante que cualquier luz de luna y entonces todo en mi es calma, el dolor se va y me entra un inmenso placer. Lo veo caminar directamente hacia mi desde el otro lado de la calle sin apartar la mirada de mi rostro, sus ojos se clavan en los míos, desididos.
No puedo soportar la distancia, tengo frío y quiero sentir su cuerpo cálido contra el mío así que corro y lo abrazó con todas mis fuerzas. Ni siquiera le permití cruzar por completo la callé, nos quedamos a la mitad de ella sin importarme en absoluto.
Con toda la felicidad del mundo Jared me recibe rodeando fuertemente sus brazos por mi cuerpo levantándome del suelo, yo alegremente me dejo llevar colocando mis piernas alrededor de su cintura mientras el me da vueltas y ambos nos reímos a carcajadas.
Entonces me besa, un beso tan dulce que me siento en el cielo, ese cielo tan estrellado que esta por encima de nuestras cabezas. Estoy feliz, me siento feliz, son palabras que jamás podría llegar a decir a menos que este en brazos de Jared, el único motivo que tengo para ser felíz.
-Te amo Hanna- Me dice con toda ternura después de darme un largo beso que me dejo sin aliento.
-Yo también te amo Jared-Le digo a duras penas mientras me esfuerzo por respirar con tranquilidad.
Nuevamente comienza a dar más vueltas alegremente mientras yo alzó la vista al cielo y veo como las estrellas brillan con más intensidad, siento el viento contra mi cara sólo que ya no siento frío, en absoluto. Comienzo a reír, del momento y de lo feliz que me siento al estar con Jared, poder besarlo y ver esos ojos que tanto me encantan.
Sentía como volaba en sus brazos, me sentía tan ligera como una pluma, tenía la sensación de que si me soltaba volaria directo al cielo.
Estaba girando en sus brazos cuando de pronto sentí es cemento golpeandome fuertemente la espalda dejándome sofocada en el frío suelo.
Veo a los lados anonadada y sin saber que acababa de ocurrir, me encontraba feliz en los brazos de Jared y en un segundo me hallaba tirada a media calle y lo peor de todo es que estaba sola. Miré hacia todos lados en busca de Jared pero no lo veía, eso hacía que el pecho me doliera con más intensidad mientras gritaba fuertemente su nombre.
-¡Jared!- Grite ya casi afonica pero no obtenía respuesta.
Volví a sentir el vacío en mi cuerpo y el frío volvió. No veía a Jared por ningún lado, además que la oscuridad no me dejaba ver más halla de un par de metros. No entendía como desaparecería tan rápido, el jamás me dejaría sola en esta oscuridad.
Nuevamente grite su nombre ya vencida sólo que esta vez algo más paso. Como aún estaba tirada en el cemento pude sentirlo vibrar debajo de mis manos, al principio no supe el porque de la vibración del cemento hasta que vi las luces amarillentas de un coche dirigirse con toda velocidad hacia donde yo estaba. Quería moverme, levantarme y evitar que el coche me aplastara pero no podía, es como si mi cuerpo estuviera pegado fuertemente a aquel pavimento. Me sentí impotente y muerta de miedo al ver aquel coche dirigirse a toda velocidad hacia donde yo estaba y no poder hacer nada para evitarlo.
Las fuertes luces del coche no me permitían ver pero lo sentía ya cada vez más cerca y entonces grite, grite con todas mis fuerzas hasta arderme la garganta y quedarme sin voz esperando aquel impacto que acabaría conmigo. Cerré los ojos asustada esperando el golpe.
Entonces desperté dando un gran brinco en la cama.

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