Capítulo 1- Recuerdos

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(Hanna)
El corazón me da un vuelco y siento como se me oprime el pecho dejándome casi sin aire.
Paso una mano por mi frente dejándome los dedos pegajosos por el sudor que baña mi cara.
Siento un calor inmenso que me abraza el cuerpo, me incorporó en la cama quitandome todas las sábanas de encima y sentandome en media cama colocando mis manos en la cara.
Respiro hondo hasta arderme los pulmones y después dejó salir el aire con dificultad tratando de tranquilizarme tras la horrible pesadilla que acabo de tener, la misma pesadilla de todas las noches tras aquel accidente, ya debería estar acostumbrada debido a la cantidad de veces que e pasado por esto pero cada vez reaccionó peor.
Mi madre cruza la puerta con estruendo y levantó la cara para mirarla. Debió asustarse por mis gritos.
-¡Hanna!, ¿Que pasa?- Me dice exaltada y con los ojos muy abiertos-, la misma pesadilla- No lo pregunta, lo afirma. Ha pasado por esto tanto como yo, cada mañana.

Simplemete asiento sin decir una sola palabra mientras trató de tranquiluzarme.
-Esto no puede seguir así Hanna necesitas ayuda.
-¡No!- Digo con rapidez-, estoy bien- Miento.

No estoy bien, no estoy para nada bien, es como si cayera en un hoyo negro del que no veo el fondo y no se de que tengo más miedo de encontrar el fondo o de quizá no encontrarlo nunca.
-Hanna, ¿Es que ya no te has visto en el espejo?- Dice poniendo ambos brazos en el aire-, te ves mal.
-¡¿Y como quieres que me sienta?!- Grito fastidiada-, ¿Quieres que sonría y haga como que nada a pasado?, ¿Que simplemente dejé de sentir esta culpa que me mata cada vez más por dentro?
-Se que no es fácil por lo que estas pasando...
-¡No!, tu no sabes nada, tu no lo viviste. Ni siquiera estuviste ahí cuando más te necesite- Ahí está, tenía que decirlo.
Se queda callada, pensativa, mirando al vacío por unos segundos para después decir casi en un susurro:
-Sólo busco lo mejor para ti.
-Espero que lo encuentres pronto.
Mi voz sale fría, como un balde de agua fría sobre los hombros de mi madre que trata de ocultar su dolor desviando la mirada.
-Esta listo el desayuno- Cambia el tema.
-No tengo hambre- De nuevo mi voz fría.
-Vamos Hanna tienes que comer algo- Su tono de voz toma el de una madre preocupada-, vas a enfermar.
-Ya te dije que no tengo hambre- Insisto.
-Hanna por favor- Su tono se vuelve ahora suplicante- ya no comes, no duermes y cuando lo haces te despiertas gritando de una manera terrible, ya ni siquiera sales de tu habitación, esto ya no es vida.
-¿Y quien te dijo que quiero vivir?- Otro balde de agua sobre sus hombros.

Silencio. Nuevamente la he dejado callada. Se que no a de ser fácil para una madre oír a su hija decir que ya no quiere vivir pero la verdad es que ya no me importa. Ya no me importa nada.
-Te traeré el desayuno y te lo vas a comer- No parece una orden si no una advertencia.
Tras mi silencio (un silencio muy frío) se dispone a salir de la habitación.
Me siento mal, todo me da vueltas. Paso mi vista por toda la habitación y lo veo, esta en todas partes, mi martirio. Yo sola me torturó cada día que paso sin el, me castigó y aún así no creo que sea suficiente.
En cuarto esta repleto, tapizado, con cada una de las cuatro paredes llenas de una manera desorganizada, pero que le voy a hacer si mi vida es un desorden, si yo soy un desorden. Pero ahí estan, los 86 dibujos, aquellos que se encontraban en aquella libreta que en algún momento fue tan preciada para Jared y que ahora son parte de mi.

Recuerdo muy bien cuando Ariadne me entregó aquella libreta, estaba preciosa con un color carmesí en la pasta de ambos lados y un espiral de un dorado centellante. Me quedé perpleja con la libreta entre mis manos sin saber que hacer o que decir, apenas habían transcurrido cinco días desde la muerte de Jared, cinco tristes y atroces días desde que lo vi morir en mis brazos.
-Quise esperar unos días antes de dartela- Me dice despacio-. No estaba muy segura si sería lo mejor para ti pero creo que te pertenece. A Jared le hubiera encantado que tu la tuvieras.

Me tiemblan los dedos al contacto con la libreta, no se que hacer a continuación.
-Tomate tu tiempo- Me dice comprensiva.
Asiento mientras cierro fuertemente los ojos y me dejo caer en la cama de mi por demás grande habitación. Tomó una enorme bocanada de aire y abro despacio la libreta para ver la primera página. Al verla me veo a mi misma, no, no soy yo. Ella se ve muy diferente a mi, ella tiene una luz en los ojos que yo no tengo y una sonrisa que por completo yo he perdido. Veo a la antigua Hanna plasmada en la página, aquella que tenía la vida comprada y el mundo a sus pies, aveces la echó de menos pero se que nada volverá a ser igual.
Tocó mi antiguo rostro con la punta de los dedos, es tan diferente a mi. Tiene ojos brillantes y una sonrisa de oreja a oreja, además de una cara redonda y unas grandes mejillas con hoyuelos además de un cabello liso y bien peinado el cual se tomó el tiempo de llenarlo de color, un tono rojizo lo cubre de manera maravillosa. No me parezco en nada a la de el dibujo, ya no me e visto en el espejo desde hace días, odio ver lo que se refleja en el, cara pálida, ojos sin brillo además rojos he hinchados cubiertos por unas enormes ojeras, las mejillas se me han hundido y han dejado de formar hoyuelos, mis labios siempre están resecos y agrietados además tengo el cabello hecho un lío, a crecido un poco más llegando por demás abajo de mis hombros, esta lleno de nudos y descuidado ya no me preocupo por peinarlo simplemente me hago una coleta sin siquiera pasar un cepillo. A perdido su color, ya no tiene ese mismo rojo intenso que tanto lo identificaba de los demás, ahora tiene un color algo más anaranjado además de verse seco.
No, en definitiva ya no soy la misma, tanto por fuera como por dentro.
Por lo menos ver un dibujo mío en la libreta me hizo recordar el como era antes y extrañarla más que nunca pero nada volverá a ser igual. Nunca.
-Fuiste la musa de un gran artista- La voz de Ariadna interrumpe mis pensamientos.
-Si- Susurro a duras penas tratando de luchar contra el nudo que tengo en la garganta-, puedes dejarme a solas un momento por favor- Le suplico.
-Claro- Me dice cariñosa mientras me toca el hombro-. Tengo que irme pero si necesitas algo no dudes en llamarme.
Sólo asiento con la cabeza y ella me da un besó en la mejilla para después cruzar la puerta.
Recurdo como lloré todo el día.

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