Capítulo 3

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Primer Vuelo

Hiccup sonríe y Toothless entrecierra los ojos con suspicacia cuando el joven vikingo coloca la silla en su lomo. Pero no puede evitar ronronear cuando este palmea su cuello y, distraídamente, acaricia tras sus apéndices auditivos.

Las manitas del vikingo, pequeñas, delicadas pero sorprendentemente fuertes y capaces le hacen sentir realmente bien. No había sido difícil acostumbrarse a que el joven pareciera querer toquetearlo por todas partes siempre. Y a veces, solo a veces, le gustaba que lo hiciera.

—Bien amigo—el joven da un ágil salto y se acomoda en el asiento.

Toothless bufa y mueve su cola. La alza y mira ladeando la cabeza el nuevo prototipo de su aleta que el joven le había puesto. Hiccup hace algo sobre el lomo y la aleta se abre, impresionado Toothless gorgotea. Después de tantos días de absurdos entrenamientos parecía que estaban listos para un vuelo de verdad.

Para surcar el cielo una vez más.

Espera a que Hiccup se acomode y cuando este da la señal alza vuelo de inmediato.

El aire entre sus alas le hace gorgotear feliz y dar una pirueta que casi hace que Hiccup caiga, pero el joven no se molesta, al contrario ríe extasiado y abre sus brazos, como si quisiera abrazar el aire.

—Bien compañero, probemos esto—palmea su costado y mueve la palanca de su cola.

El que Hiccup le direccione no le parece tan molesto ahora que se conocen un poco mejor, incluso le agrada la compañía del humano. La cría de humano se dice a veces, parecía triste o preocupado cuando llegaba pero se animaba nada más verle. Eso se le hace extraño.

¿No eran todos los humanos unidos unos con otros? ¿Eran como los dragones de la isla que se veían obligados a compartir unos con otros y no por placer?

Un nuevo cambio en la aleta y se encuentra haciendo una pirueta. Gorgotea, sus oscuros pensamientos dejados en el olvido, y Hiccup grita.

Podría acostumbrarse con facilidad a tenerlo sobre su lomo, a surcar los cielos juntos. Se elevan lo más alto que pueden y caen en picada cerca de unas formaciones rocosas, atravesando aperturas con una y otra pirueta.

Cuando salen del otro lado vuelven a alzarse. Toothless cierra los ojos un segundo, extasiado. Libertad, eso puede respirar allí arriba. Estar atado a la tierra casi le hace perder la cabeza. Casi, porque la presencia de la cría de humano parecía, a veces, compensar la falta del cielo.

Estar así, juntos, le hace pensar, considerar las posibilidades de quedarse con el humano.

Allí con el cielo cerca de sus dedos, la brisa envolviéndolos y la paz de la libertad embargando sus cuerpos, Toothless comprende que ya no puede estar sin su pequeña cría de humano. Hiccup, por el simple hecho de amar estar surcando el aire, le hace desear de verdad pertenecer a la tierra junto con él o, al menos, poder llevarlo sobre su lomo, siempre.

El repentino grito del humano le hace abrir los ojos y parpadear, sus pensamientos dispersos en el olvido. El equilibrio se escapa de su cuerpo y ruge tratando de alzar el vuelo de nuevo. La desesperación abraza su corazón como una mano helada y casi puede sentir que el aire le falta. Hiccup vuelve a gritar cuando se suelta del asiento y ambos caen en picada.

Toothless da vueltas sobre sí mismo, aterrado.

No puede volar. No puede volar. No puede volar.

Incomprensiblemente para cualquiera, pero no es un pensamiento al que le vaya a dedicar otro minuto, más que su propia seguridad por el hecho de estar casi a punto de estrellarse contra el mar, le preocupa más el humano que se debate por alcanzarlo. El humano es pequeño y débil. No resistiría el impacto contra el agua, podría desnucarse, o quedar atrapado en quien sabe qué y ahogarse.

Podría no sobrevivir.

Podría perderle. Y sin el humano se podría quedar atado a la tierra. O morir ahogado en el mar.

Sin el humano se quedaría solo de nuevo. Solo y con sus demonios. Sería su culpa. Suya y de nadie más.

El humano no puede volar. El humano... Hiccup...

Hiccup vuelve a sentarse y hace un movimiento desesperado consiguiendo su estabilidad antes de chocar contra el agua.

Toothless gruñe cuando se ve forzado a aterrizar, su corazón aún martillea contra su costado y sus ojos se mueven desesperado por el humano. Le gruñe y ruge, el susto es remplazado por la molestia.

—Estoy bien amigo—dice suspirando aliviado y ríe—. ¡Eso fue fantástico!

Pero Toothless no puede estar tranquilo. Le gruñe tratando de hacerse entender, rumea para sí mismo cuando el humano ríe más fuerte y le quita importancia con un ''estoy bien'' y sigue al humano que no deja de reír encantado por la experiencia.

El dragón suspira.

En algo tiene razón el loco humano, eso fue realmente increíble, salvo la parte en la que casi mueren.

Pero valió la pena.

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