21

21.9K 2.7K 151
                                    

Acaricio mi barriga, echada en el sofá, con la mirada perdida en cada centímetro de piel sobre el que pasa mi mano. Mi barriga ya está un poco hinchada, ha crecido bastante en las tres semanas que han pasado desde que Louis se fue.

Las cosas no han cambiado demasiado desde que él se fue, hablamos cada día, pero para mí es como si el tiempo hubiera dejado de pasar. Lo único que he hecho aparte de hablar con él es trabajar muchas horas y dormir. Mis padres me han visitado bastante, sí, y he visto a Alice y Noah varios días, pero los dos últimos se han ido justo hoy con Frank, Liam y Milana a Escocia, y estarán fuera una semana entera.

Mañana he pedido dos horas libres en la librería para poder ir a hacerme la primera ecografía. Me acompañará mi madre, y la quiero mucho, pero me siento sola. Sí, he ido a todas las revisiones mensuales con mamá y Alice, pero la primera ecografía es más importante, ya que veré al bebé. Me gustaría tener al padre del bebé conmigo; no, miento, me gustaría tener a Louis, porque está claro que Frank no estará ahí, y además es Louis al que quiero.

Hace dos horas que he vuelto de trabajar y una que he hablado con Louis. Ahora él está en Katmandú, en Nepal, y en dos días irán en dirección al Tíbet. Me ha preguntado si estoy bien, como cada día, y he tenido que volver a mentir. No sé si me habré convertido en una buena mentirosa, porque él se lo cree, o simplemente se lo cree porque quiere creerlo. Mentir sobre cómo estás suele funcionar, porque las personas a las que les importas quieren que estés bien, así que te creerán.

Sin casi darme cuenta termino quedándome dormida en el sofá, con un episodio de Juego de Tronos en la televisión y los restos de mi segunda cena reposando en la mesilla.

A la mañana siguiente me levanto como para ir a trabajar, sigo la misma rutina de siempre —ducharme, peinarme, vestirme y desayunar—, y lo único que diferencia este de un día cualquiera es que en vez de ir hacia la librería, cojo el metro hacia el hospital donde trabaja mi padre.

—¿No estás emocionada? —me pregunta mamá cuando estamos entrando en el hospital—. Hoy podrás ver a tu bebé, y yo a mi nieta, o nieto. ¿Crees que será niña o niño?

—Mamá, aún es muy pronto para saber si será niña o niño —le recuerdo.

—Ya lo sé, no es como si nunca hubiera pasado por un embarazo —me mira con una ceja levantada, y sonrío—. Pero me gusta pensar en ello. Yo creo que será una niña, tengo esa intuición.

—¿De verdad? Yo siento que será un niño —la contradigo.

—¿Apostamos algo? —bromea, sacando su cartera.

Llegamos a la planta de ginecología y, tras pasar la tarjeta, nos hacen sentarnos en la sala de espera.

—Entonces, ¿cómo va el asunto de... ya sabes, del padre? —me pregunta mamá en voz baja para que no se entere la señora de delante, que nos mira con curiosidad.

—Mal —suspiro—. Ya te conté que estoy empezando algo con Louis y me da miedo decírselo sin saber quién es el padre, además Frank no parece muy dispuesto a colaborar.

—¿Qué le pasa a este chico? Si siempre habéis sido muy amigos.

—No lo sé, ojalá pudiera entender a qué viene todo lo que me dijo —digo, pasándome una mano por el pelo—. Él no es así, no sé qué le está pasando.

—Los hombres son complicados —se encoge de hombros—. Hacen cosas estúpidas y luego se arrepienten.

—Las mujeres también —murmuro.

—Sí, pero ellos luego encima se quejan de que nosotras somos complicadas, ¿y ellos qué? —dice, indignada, y río—. Yo creo que nunca lograré entender las rabietas que le dan a tu padre de vez en cuando.

Esperando a Louis [Saga Smeed 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora