7. No Me Pasó Sólo A Mí

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Los humanos tienen sueños. Cada uno de ellos sueña, y sueña a lo grande: ser alguien reconocido, ser alguien no fácilmente olvidado, ser alguien en la vida, ser alguien que aconteció algo importante, ser alguien con dinero, ser alguien feliz.

Alix tuvo sueños y los tuvo a lo grande: heredar la fortuna de la familia, casarse y tener tres hijos o dos mascotas, obtener el dinero de su herencia y viajar alrededor del mundo. Quería ser la persona que dejara huella por dónde estuviese. Quería que todos esos sueños que alguna vez tuvo durante una tarde de siesta, se cumplieran a sus veinticinco años de edad.

Pasó uno de los horrores a los veinte: la fortuna familiar quedó al nombre de su hermano, quién le ofreció un empleo cómo contadora que Alix no aceptó ni por todo el dinero del mundo. Después de peleas y confrontaciones con su hermano, decidió empezar a ser independiente de él y consiguió empleo como profesora de deportes en un colegio de varones; el dinero no era tanto, pero le ayudaba con la renta de un pequeño departamento. La herencia que su padre le había dejado tardó meses en llegar después de su pérdida, pero al tenerla en sus manos, Alix pudo comprarse una casa; era algo grande y vieja. Rústica, le decía Iván, su compañero de hogar.
El joven tenía una relación con Mylene, y a los pocos meses de haberse mudado con Alix, le pidió matrimonio a la rubia. La boda se realizó y Kubdel comenzó a vivir sola en la gran casona. Dado a su trabajo, conoció gente nueva que le alegraron los días; entre éstas personas había un joven muy apuesto con el que salió durante una temporada, pero las cosas no funcionaron, y él rompió con ella cuando estuvieron a punto de cumplir un año de relación.

A la pequeña Alix le había dado igual.

El segundo horror fue a los veintidós: un día enfermó gravemente, y por consecuencia tuvo que hacerse algunos estudios. Estuvo un día entero sentada enseguida del doctor que la consolaba, y le extendía pequeños pañuelos para las lágrimas. Alix leía las palabras "estéril" y "no reproducción" en letras negras y grandes. Se dio cuenta de que no habría en su hogar bebés llorando y mucho menos riendo. Se dio cuenta de que no habría niños en la sala de su hogar jugando a las escondidas, ni coloreando con acuarelas en la mesa del comedor.

A la pequeña Alix le había dado tristeza.

Muchas eran las veces en que no sabía cómo sentirse: si bien o mal, si triste o feliz, si con ganas de golpear todo o golpear a la nada. No encontraba un sentimiento que la convirtiese en ella misma después de la desgracia.

Meses después de enfrentarse con el mal, decidió irse a dar un paseo. La tenemos allí parada junto al semáforo que está a punto de cambiar su color a un blanco para que los peatones como ella, avancen. Ha estado toda la mañana fuera de casa, con la lluvia pegándole al rostro y humedeciéndole los zapatos; con los auriculares a todo volumen, escuchando cualquier cosa en su lista de reproducción. Tan distraída está que el ver a Kim saliendo de una cafetería con bastante molestia y tirar algo a la basura, no le ha parecido tan raro. Lo ve más lejos, caminando con furia y subiendo a su auto con lágrimas en los ojos. ¿Habrá pasado algo malo? No es que sea curiosa, es que hace mucho que no le ve y le extraña que el mastodonte se encuentre en aquél estado.

La luz del semáforo cambia, y ella corre hasta donde él había estado apenas unos segundos. Viendo primero por dentro de la cafetería si alguien está en el mismo estado que Kim: muriendo de tristeza, pero no encuentra a nadie más que personas comiendo felices de la vida y a Chloé. Se le prende el foco, y recuerda Kubdel la última vez que vio a Kim saliendo con Bourgeois. ¿Le habrá dicho algo malo? ¿Habrán roto su relación de años?

No es hasta que ve el cubo de basura cuando todas sus preguntas se aclaran. Está allí, manchado de gaseosa y papeles de envoltorios, una pequeña caja de terciopelo negra. Se le revuelve el estómago, le cosquillea la garganta al abrir la chica caja, y un suspiró dejar salir cuando el anillo de compromiso brilla a todo su esplendor.

Le iba a pedir matrimonio. Vaya perdedor.

Atenta a los alrededores con la esperanza de ver a Kim aún en su auto. Lamiéndose los labios de los nervios, con los ojos humedeciéndose y la boca secándose, no lo soporta más y empieza a llorar ella sola. Allí parada afuera de la cafetería. Otra desgracia que la hace sentir mal. Y después de limpiarse, se va caminando por la misma dirección en que llegó.

"No me pasó sólo a mí" es lo que piensa, todavía con la cajita en la mano derecha.

HEARTRATE | Miraculous LadybugDonde viven las historias. Descúbrelo ahora