La muñeca maldita

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La muñeca maldita


Dicen que los objetos adquieren las energías de las personas que los poseen, y que si tienes los conocimientos necesarios puedes dotarlos de otras intenciones. No se si sea cierto, pero nunca olvidaré el asunto de la muñeca maldita; que tanto terror causó en mi familia. Vengo de una familia muy humilde y numerosa, así que compartimos las dichas y las penas, nos apoyamos en todas las ocasiones.

Si mi familia era muy pobre, la de mi tío estaba en peor situación. Tenían varios hijos y para ellos cubrir sus necesidades era todo un reto; por lo que pocas veces podían permitirse un capricho; sin embargo, su hija pequeña cumplía años y tenía muchos meses rogando por una muñeca para jugar, una de verdad, no una de trapos viejos. Mi tío escuchaba sus plegarias todas las noches, pidiéndola con esas palabras y se le rompía el corazón de sólo imaginar su carita triste y desilusionada al no encontrar la muñeca.


Mi madre le escuchó y fue a la tienda de segunda mano donde solía proveerse de las cosas para nosotros y le consiguió una muñeca sencillamente fantástica. La muñeca estaba hecha de porcelana fina, sus cabellos eran muy rubios, su ropa de fino encaje y definitivamente, sus ojos eran los más impactantes, pues transmitían cierta inquietud, era como si te observaran. Sólo tenía un defecto: le faltaba uno de los bracitos, pero no se notaba debajo del vestido. Mi tío no cabía en si de la alegría. La muñeca era perfecta y, lejos de lo que creía, no había costado una pequeña fortuna. Llegó el día del cumpleaños y mi primita era la niña más feliz del mundo con su muñeca nueva. La peinó, le puso un nombre y la colocó en un cojín sobre su cama pues dormiría con ella todas las noches.

Sin embargo, a partir de ese día el carácter de la niña se transformó por completo. De ser una persona alegre, despreocupada, tierna y cariñosa se convirtió en una niña huraña, fría y malcriada que no dudaba en gritarle a sus padres. No quería comer, tampoco quería dormir y su salud fue mermando poco a poco. Ningún doctor podía encontrar la causa de sus males, y la preocupación comenzó a crecer en el seno de la familia.


Paralelo a esto, cosas extrañas comenzaron a suceder: el crucifijo que presidía la habitación de los niños amanecía volteado, malas palabras y maldiciones aparecían escritas en la página de la Biblia de la casa...el suceso más terrorífico fue cuando escucharon los gritos del bebé de la casa, que descansaba en su cuna y descubrieron a la niña con un cuchillo de cocina en la mano (que casi no tenía filo), tratando de cercenar el brazo del bebé. Mi tío gritó y la niña giró la cabeza, y comenzó a gritarle maldiciones e improperios. Él la tomó del brazo y la zarandeó, la niña parpadeó como si despertara. Acto seguido comenzó a llorar, mientras gritaba: "¡ella me dijo que lo hiciera, ella me lo dijo!" señalando a la muñeca que, sentada en un rincón observaba la escena.

Mi tío tomó la muñeca, la llevó al jardín, la empapó en gasolina y la encendió en fuego. Mi tía no se apartó de su lado y rezaba mientras la muñeca se calcinaba. La niña les contó todo: la muñeca susurraba en su oido todas las noches que tenía que hacer todas las cosas que le pedía; pues si no lo hacía le arrancaría lentamente la piel, las uñas y después los ojos, comenzando por los brazos. Cabe destacar que después de quemar la muñeca, la niña se recuperó y dejaron de sentir cosas extrañas en la casa. Actualmente, mi prima dice no recordar nada de eso, ni siquiera a la muñeca maldita.

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