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Gritó.
Gritó hasta que no pudo ver nada más por las lágrimas acumuladas en sus ojos.
Hasta que su garganta ardió.
Hasta que su voz dejó de salir.
Hasta que el ruido de las olas chocando contra el suelo lo calló.
Había salido corriendo de su casa cuando su madre le dijo la verdad sobre el chico de ojos verdes.
No podía creerlo, no quería creerlo. No aceptaba el hecho de que no lo volvería a ver en ningún otro lugar que sus recuerdos, algunos de los que ya tenía.
Tampoco podía creer que en esos casi seis meses de estar prácticamente rogando por saber algo de Michael nadie haya sido capaz de contarle la verdad. Ni siquiera sus amigos habían tenido el valor, o capacidad, de explicarle que jamás iba a volver a ver a ese chico, su chico.
Su madre...se sentía traicionado por ella. Pudo haberle dicho desde un principio, pudo no haberle dado falsas esperanzas, no había necesidad de decirle tal noticia de esa forma tan directa, y cruel.
Así que se encontraba en la playa, solo, con su corazón destrozado.
Porque así se sentía, destrozado.
Y es que, ¿como se sentiría alguien si supiera que no verá nunca más a alguien que ama?
Porque en todo ese tiempo en lo único en lo que podía pensar era en Michael y sus ojos, su sonrisa, su extravagante cabellera, ese piercing sobre su ceja, lo suaves y rojizos que eran sus labios, la forma en que pronunciaba su nombre, las miradas que le daba, miradas con amor. Y es que en sus recuerdos se amaban.
Antes del accidente lo amó. Después del accidente volvió a sentirse atraído hacia el chico de ojos verdes de sus recuerdos. Y ahora duele, amarlo duele.
וווו×
Tal vez puedan llegar a pensar que la palabra amor es demasiado para esto pero entiendan que, para Luke, la posibilidad de poder encontrarse a Michael, o de encontrar algo relacionado con el (ya sea una foto, una carta, un dibujo viejo, etc.), lo ponía feliz. Él era feliz sabiendo algo más de Michael. Y llegó a un punto en que se enamoró, de nuevo, del chico de sus recuerdos. Por eso creo que amor no es una palabra grande, en este caso.
