Cap 2.-Segunda Noche.

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Al regresar a la habitación después de su paseo nocturno, Mangel se secó lentamente las pequeñas gotas de lluvia que tenía en su cabello. Después del encuentro con ese desconocido castaño, su cabeza no dejaba de dar vueltas al asunto. Finalmente se quedó dormido.

Se despertó sobresaltado por la alarma del móvil y, somnoliento, la apagó sin ganas. Sus primeros pensamientos fueron ocupados por el lindo chico castaño e inmediatamente Mangel se vistió para salir de su habitación, pensando en si tendría suerte de volver a ver a este. Agarró sus cosas, cerró la puerta a sus espaldas y observó el pasillo, donde se encontraba la habitación de aquel chico, pero no vio a nadie. Tampoco lo hizo en el ascensor, ni en el recibidor del hotel. No supo qué hacer durante el resto del día. Decidió pasear y respondió algunas llamadas de los directivos de la empresa, que le preguntaban si estaba todo en orden.

Bien entrada la noche, volvió al hotel. Se dirigió a los ascensores y no pudo creer lo que veían sus ojos. Aquel chico de la noche anterior estaba esperando al ascensor. Una sensación agradable le recorrió el cuerpo al observarle. Llevaba una mochila colgada a su espalda, parecía que acababa de regresar de un día agotador, porque se veía cansado. Intercambiaron un saludo y se montaron en el ascensor. Cuando estaban por llegar a su planta, un sonido fuerte y metálico interrumpió el silencio, acompañado de una sacudida que desestabilizó a los dos chicos. Finalmente el ascensor paró y una voz robótica les informó de que el ascensor había sufrido una pequeña avería y que deberían permanecer allí, al menos, 30 minutos.
El castaño y el moreno se miraron unos segundos. Mangel analizaba la situación... observó de pies a cabeza al chico castaño que se encontraba de pie a su lado, imaginando cosas que hasta él mismo se sorprendió de estar pensando. Estaba claro. A Mangel le atraía demasiado aquel chico.

—Bu... bueno...—habló el castaño—. Menuda mala suer...—dejó de hablar. Mangel se fue acercando demasiado al chico, mirándole fijamente a los ojos.

—¿Qué haces?—el castaño empezó a asustarse—. No...

Rápidamente, Mangel pasó una de sus manos por la mejilla del castaño hasta que llegó a su nuca, apegándole más a él, le besó un poco más bruscamente de lo que realmente hubiera querido, pero no aguantaba más. Rubén, asustado, empezó a removerse y a intentar escapar, dándole un empujón a Mangel que separó sus labios, pero él le agarró de las muñecas, dejándole sin escapatoria.

—No, no, por favor...—empezó a sollozar. Una lágrima descendió por su mejilla en contra de su voluntad, y al sentir el tacto cálido de los besos que Mangel iba dando en su cuello, muchas más la siguieron.

—Mmm...—gruñía Mangel contra su cuello, alcanzando su clavícula y empezando a succionar por la zona, haciendo que poco a poco unas marcas violáceas aparecieran en la piel del débil chico, que no había parado de llorar en silencio.
Mangel dejó libres sus muñecas para introducir una mano debajo de la camiseta, mientras que con la otra le acariciaba el pelo. Descendió la mano que tocaba el cabello hasta tocar el botón del pantalón de Rubén, desabrochándolo rápidamente. Empezó a introducir su mano y Rubén intentó apartarse, pero Mangel tenía una fuerza muy superior a la suya. Impotente, sus manos se ciñeron en un agarre alrededor de la camiseta de Mangel, en su pecho, y apoyó la cabeza en su hombro, mojándolo con sus lágrimas. Sollozaba contra este mientras el moreno acariciaba de arriba a abajo el miembro de Rubén. Aumentó la velocidad de sus movimientos, haciendo que el castaño aferrara con aún mas fuerza a su camiseta y soltara algunos gemidos involuntarios, que culminaron con su orgasmo.
Mangel retiró su mano del interior de la ropa de Rubén.

—Shhhh... Tranquilo. —susurró Mangel contra el oído de Rubén, mientras le secaba las lágrimas que seguían cayendo por su rostro y se recomponía.

—Po...¿Por qué yo? ¿Po- por qué?

En ese momento las puertas del ascensor se abrieron, algunos agentes de mantenimiento estaban esperando fuera.

—Hey, chico.— habló uno de ellos, dirigiéndose a Rubén—. ¿Estás bien?

—Sí, él sólo estaba asustado.—respondió Mangel.

Todos dirigieron su mirada a Rubén, menos Mangel.

—Eh... Sí, e-él tiene razón. —mintió y bajó la cabeza. Inmediatamente Mangel le miró desconcertado. ¿Por qué había mentido? Podría haberselo dicho perfectamente y él no podría hacer nada.

—Rubén, ¿no? Ya pasó, estáis a salvo.—habló otro de los hombres, y Rubén sólo se abrazó a si mismo y asintió.

Empezó a caminar fuera del ascensor, seguido de Mangel.

—Nosotros nos quedaremos aquí a configurar el ascensor de nuevo, podéis subir por las escaleras.

Ambos emprendieron el rumbo hacia estas, Rubén por delante, casi huyendo de Mangel.
Llegaron a su planta y Rubén apretó aún mas el paso. Que hubiese mentido no significaba que le apeteciera volver a repetirlo en ese momento.

Cuando se dirigía a su lado del pasillo, unos brazos le rodearon la cintura, impidiendo que siguiera avanzando. Intentó zafarse con un golpe, el cual Mangel esquivó.

—Rubén...— susurró cálidamente cerca de su nuca, haciendo que a Rubén le recorrieran miles de escalofríos—, mi habitación está al final del pasillo.

Dicho esto, le soltó de golpe, haciendo que cayera hacia delante, clavando sus rodillas en el suelo recubierto por una moqueta.
Empezó a caminar hacia su habitación y Rubén ni siquiera se dio la vuelta para mirarle, se levantó dirigiéndose a su puerta, pero en el último momento se dio cuenta de que le faltaba lo más importante. Su mochila, con la llave de su habitación, la ropa del trabajo... Mierda.

Forbidden Rooms ||RubelangelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora