Relato 1: Tras el antifaz

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Hace mucho tiempo, en las lejanas tierras del reino de Maniro, vivió una hermosa princesa que era deseada por todos los jóvenes del lugar. A menudo, en las mañanas cálidas de primavera, la muchacha abría el balcón de su alcoba y se apoyaba en su baranda de piedra para contemplar las palomas que revoloteaban sobre las calles de la ciudad. Decían que tenía unos hermosos ojos oscuros que relucían como lunas, un cabello negro y grácil como el aleteo de un cuervo, y unos labios jugosos y pequeños que sonreían al sol. Todo el joven que pasaba por la calle y veía a la muchacha, rápidamente quedaba enamorado de ella. Mas la princesa, pese a ser la única heredera del reino, de ninguno de aquellos jóvenes se fijó.

Su padre, al ver que pronto alcanzaría los dieciséis años y aún no encontraba hombre de su agrado, decidió hacer una fiesta en su honor. Nobles de todo el reino se presentaron en Palacio para cortejar a la doncella. Mas la princesa, pese a ser la única heredera del reino, de ninguno de aquellos nobles se fijó.

El rey, desesperado, decidió llamar a príncipes de otros reinos lejanos e invitarlos a un nuevo baile en el que conocerían a su hija. La princesa bailó con todos y cada uno de ellos. Mas ella, pese a ser la única heredera al trono, de ninguno de los príncipes se prendó.

Se acercaba el décimo sexto cumpleaños de la joven y aún no habían encontrado un prometido de su agrado. El rey se preguntó si no le gustaría a la muchacha casarse con un joven cualquiera, fuera o no príncipe. De manera que como último recurso dio a conocer a todas las gentes del reino el carnaval de disfraces que se celebraría en honor al cumpleaños de la princesa. A la víspera del carnaval debían presentarse veinte muchachos de entre dieciséis y dieciocho años, sin máscaras. Aquel que lograse embaucar a la princesa, debería presentarse también la noche del carnaval, pero esta vez, enmascarado como todos. Si la muchacha lograba reconocerlo, entonces él sería su esposo.

Este hecho ilusionó a la joven que, en realidad, ya estaba enamorada de un chico a quien por desgracia nunca había oído hablar.

Fue una mañana mientras contemplaba las palomas, cuando contra el brillo del sol detectó la figura de un joven correr por los tejados de las casas huyendo de la justicia. Un joven intrépido, divertido y descarado, de él se había enamorado la princesa. Y si aquel chico iba a su víspera, entonces sólo tendría que reconocerlo en el carnaval y sería su esposo.

La joven no podía esperar... ¿Encontraría a su amado de entre todos los jóvenes? Aquel insolente que le había robado la mente cual vil ladrón, aquel que corría contra el sol y reía sin temor. Sólo él sería... el dueño de su corazón.

* * *

El muchacho pasó corriendo entre los puestos de comida, arremetiendo contra todo lo que veía y disculpándose entre risas. Lo seguían un perro de color marrón cuyos ojos relucían como soles hambrientos que a su lomo portaba un gato sentado a horcajadas que hablaba sin parar. Tras el perro corría un niño pequeño vestido con ropajes excesivamente grandes para su menudo cuerpo.

Pero no pudieron huir, porque sin darse cuenta quedaron atrapados en un callejón sin salida.

–¡Oh, no! –gritó el gato de rayas grises y blancas–. ¿Y ahora qué hacemos?

–No hables –pidió el muchacho, pensativo.

Los soldados les dieron alcance y avanzaron hacia ellos.

–¡Devolvednos el colgante, de inmediato! –rugieron ellos.

El chico les sacó la lengua y corrió hacia el final del callejón. Saltó a la pared, se impulsó y se enganchó a un balcón. Una de las flechas de los guardias le peinó el flequillo dorado, pero él soltó una carcajada y, de un nuevo impulso, se colocó en el tejado.

Vamos a soñar despiertos (Relatos cortos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora