Miedos.

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Y allí me encontraba, mirando el abismo desde aquel balcón en el piso veintidos, lejos de casa, con el temor de la incertidumbre floreciendo por mi organismo, y con más preguntas que respuestas. A veces nos enfocamos tanto en pensar en lo que va a suceder, que perdemos el sentido de lo está sucediendo. Y sí, senti miedo, pero no ese tipo de miedo que siente un niño cuando reprueba un exámen; más bien senti ese miedo de alguien que sabe que debe tomar un camino y aún no sabe a donde va. En esa encrucijada me encontraba yo en ese momento, tenía miedo de perderme a mí mismo, cuando ni siquiera había aprendido a encontrarme. La vida pasa en un pestañeo, eso era lo único que sabía, y no había tiempo para perder, aunque todos dijeran que estoy comenzando la vida, yo no les creo, porque comenzar la vida no se basa en tener cierta cantidad de años, más bien, comenzar la vida es cuando se comienza a vivir. Ciertamente todos estamos vivos, pero no todos estamos viviendo. Se vive cuando se comprende, se aprecia, se siente. Se vive cuando se arriesga, se pierde y se gana. Se vive cuando no tenemos miedo a vivir, y sinceramente, yo ni siquiera había llegado a ese punto.

Dejé las preguntas en blanco, y me aparté un mechon rojo de la frente. Fue cuando decidí que emprendería una busqueda: Estaba totalmente decidido, a encontrarme. Quizá en un lugar que nunca pensaría, o quizá en alguien más. Pero sea cual sea el sitio, debia hacerlo. Sólo así me sentiría completo, y empezaría a vivir en plenitud total.

Entre rizos y papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora