Entre rizos y papel

7: Alé

Todos tenemos a esa persona que ocupa un espacio bastante importante en nuestras vidas, y que a pesar de los años que puedan pasar, al escarbar entre recuerdos, su rostro saldrá a la luz. Para mí es ella, Alé 
Alé, su nombre es tan poco común como ella, pero me gusta así, libre.

Todo comenzó con la aparición de la luna aquella noche en la playa, yo estaba de campamento con mis padres y sus amigos, tenía al rededor de siete  años,  había un festival de música esa semana, y mientras mirábamos el mar bajo la la luz de las estrellas con alguna banda  como fondo, apareció ella, con sus cabellos al aire y aquel vestido turquesa que hasta hoy recuerdo perfectamente. Verla era mucho mejor que cualquier peli de acción, era hasta mejor que cualquier golosina.  De pronto me pareció que la luna no era tan hermosa como siempre, y que había algo que deslumbraba más, y ese algo era alguien: Alé

No la vi más, sin embargo, me visitaba frecuentemente mientras dormía, y es que en los sueños más hermosos que  mi cerebro maquinaba, siempre estaba ella, estaba conmigo, en cada sueño, en cada respiración, en cada latido, en cada historia que me inventaba. Pase años tratando de encontrarla, busqué en la web, busqué en el directorio, a medida que fui creciendo, busqué en otras playas, en otros juegos, después busqué en otros labios, en otras manos, y ni pude encontrarla, ni pude olvidarla.  Suena estúpido, pues podría calificarse como un capricho de niños, pero cuando lo sabes, lo sientes. Y yo sabía y sentía que Alé estaba perfectamente armada para mí, y quiero que sea mía, pero no mía como el concepto que tiene la mayoría de los jóvenes, no la quiero mía para estar un rato. La quiero mía para ir a ver estrellas en aquella playa, la quiero mía para que vayamos por un café, la quiero mía para que juguemos en algún parque, la quiero mía para todo, pero dentro de quererla mía, la quiero también suya.

Y todo había conspirado en mi contra, nada había funcionado, hasta ahora, que nos volvimos a encontrar.