La última vez

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-¿Qué es lo que le pasa doctor?
-Sophia esta imaginandose cosas, para ella son totalmente reales, no sabemos en que pesadilla pueda estar metida.
-Tiene que ayudarla doctor.
-Sabe que hacemos todo lo posible, con su enfermedad, la única solución es seguir tratando, pero ella es la única que puede salvarse, la terapia no servirá si ella no está con nosotros.

¡Mamá! ¡Por favor! ¿Alguien me escucha?
Sophia rasgaba las paredes con las uñas, estas, le sangraban. Corrió por toda la casa es busca de algo que le fuera útil, en la bodega de su padre encontró un desarmador, con el cuál intentó hacer un hoyo en la pared, también utilizó un martillo. Poco a poco, se iba abriendo un agujero, al parecer las paredes eran mas delgadas de lo que parecían, se podía ver hacia el otro lado, Sophia podía sacar un dedo, se asomó y vió la nada, todo era blanco, pero no había absolutamente nada, ni casas, ni personas.
Se sentó en el sofá y prendió la televisión, había un programa de cocina que ella solía ver cuando vivía con sus padres, se preparó palomitas de microondas y continuó con su programa.
Parpadeó varias veces intentando ver mejor, ya que comenzaba a ver borroso, las cosas se empezaban a distorcionar y de la nada se encontró casi mordiéndose los dedos, en donde deberían estar las palomitas de maíz. Se incorporó y miró a su alrededor, parecía ser una cárcel, pero todo era blanco, se puso de pie y notó que tenía puesta una bata blanca, sus pies estaban descalzos, en su muñeca izquierda tenía una pulsera con números.
Caminó hasta la puerta del reducido espacio en donde se encontraba y al asomarse vio un pasillo en donde estaban sus padres y un señor con una bata, definitivamente era un doctor. Sophia tocó el cristal y los tres voltearon. Se miraron entre sí y el doctor se fué junto con sus padres por el pasillo hasta girar a la derecha y perderse de la vista de Sophia.
Una enfermera abrió la puerta y le ofreció la mano a ella, a Sophia le pareció un gesto sumamente extraño, pero decidió aceptarla, pues no sabía que era lo que estaba pasando. La enfermera la guió por el pasillo, dieron vuelta a la derecha y entraron a otra sala. Allí estaban sus padres y el doctor, la enfermera se retiró. Sophia ya sabía en dónde se encontraba pero no sabía el porque, así que decidió esperar a que ellos dijeran algo. El doctor le hizo algunas preguntas a Sophia, como, cómo se sentía o si le dolía algo. Ella estaba desconcertada y se soltó a hablar. Cuando ellos se dieron cuenta de que Sophia no recordaba absolutamente nada, decidieron comenzar desde el principio.
Le explicaron que cuando regresó del "secuestro" comenzó tener episodios, lapsos en los que se iba de su cuerpo y veía cosas, que no eran reales, incluso hacía cosas y después no recordarlas, así que decidieron internarla, su caso solo estaba registrado una vez hace 20 años y nunca se volvió a dar, por lo que no se buscó tratamiento. Sophia estaba consternada, entonces preguntó:
-¿Y cómo sé que esto es real?
Ellos se miraron sin decir palabra, su silencio la inquietaba.
-Cariño, escucha, lo del secuestro, tal vez no pasó, tu lo pudiste haber imaginado, pudiste haber imaginado cualquier cosa, nada es seguro ahora, incluso encontraron a Tod sin ningún rasguño, la cámara confirma que el estuvo en su turno todo el tiempo, tú, ni siquiera fuiste a visitarlo.
No lo podía creer, ¿cómo podía saber que era real?¿cómo podría vivir así?. Ella había sentido cada segundo tan vívido, era imposible, todo esto era una pesadilla, pronto despertaría. Tuvo un ataque de pánico, enloqueció, tuvieron que sedarla y atarla en su habitación, de nuevo se encontraba atada en una estrecha cama.
Si Sophia pudiera hacer todo de nuevo, jamás hubiera salido de aquella fiesta, no se la estaba pasando tan mal, sentada en ese sillón con su vestido azul, pudo haberse levantado, tirado el vaso de plástico, ir al tocador, retocarse el maquillaje. Pudo haber conocido a algún buen chico, pudo haber ido con sus amigas y tratar de divertirse, pudo haber subido a alguna habitación y pasar el rato, quedarse dormida. Pudo haber hecho cualquier otra cosa, pero los hechos hibieran sido los mismos, estaba predestinado que Sophia terminara justo allí.
Todos estamos destinados a hacer grandes cosas, tener logros en nuestra vida, Sophia creía que su vida había terminado y jamás hizo nada importante o que valiera la pena.
¿Cuánto tiempo había pasado ya?
Ni siquiera era como en una cárcel que puedes ver algo a través de rejas, ella no podía ni moverse. No recordaba hace cuanto la habían visitado sus padres por última vez, jamás volvió a ver a su hermano. Lo que no entendía era porque los moretones seguían sin desaparecer, las cortadas ya habían sanado, tal vez eran nuevos.
Una enfermera la alimentaba dos veces al día, la comida era repugnante, Sophia apenas si la probaba, había perdido tanto peso, cuanto deseaba una pizza entera.
Al día siguiente, o el día que fuese ya que Sophia no sentía la noción del tiempo, nadie fue a su habitación para alimentarla, pero podía escuchargritos afuera, llanto, desesperación. Cerró sus ojos y comenzó a tararear una canción. Escuchó el cerrojo, la puerta se abrió. Un hombre con pasamontañas entró y cerró tras el. Se quitó el pasamontañas, tenía unos ojos grises, sus razgos eran afilados, vestía de negro y cargaba armas de fuego.
Sophia había visto esta escena en varias películas, pero quien se encontraría del otro lado por lo general debía mucho dinero o simplementr merecía morir, tambien estaba el caso en el que mataban a inoscentes.
El desconocido bajo sus armas y se presentó con elegancia con el nombre de Paulo, ella soltó una risita.
Paulo la desató de manos y pies y le dijo que tenía órdenes de sacarla de allí. Ella aceptó.
Corrían por los pasillos, Sophia veía toda la escena desde el hombro de Paulo. Era como ir volando, pero mas incómodo, había demasiado escándalo, seguramente estaría soñando, pensó.
Su enfermera estaba tirada sangrando, sus ojos desorbitados. Sophia se asustó tanto cuando vió que Paulo le disparó a un enfermero que corría hacia ellos que le exigió al hombre que la soltara, nada tenía sentido para ella, quería correr, refugiarze, pero la amenaza la llevaba bien sujeta, gritó, pataleó, pero sus gritos quedaron sepultados entre los demás que pedían ayuda con tanta desesperación

La Singularidad De SophiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora