2. Alex.

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Estaba contento de tener al fin vacaciones. El primer año como médico había sido sin duda agotador, además después de aprobar el MIR solo encontré plaza en Donosti y aunque no me disgustaba vivir allí, y había hecho buenas migas con algunos compañeros de trabajo, echaba de menos a Pol y a Siena.

Llegué a mi antiguo apartamento en Barcelona, por costumbre subí por las escaleras y en el tercer piso me encontré con una mudanza, un hombre de mediana edad y un tipo joven estaban subiendo un sofá mientras una chica menuda pero con unas piernas y un culo estupendo intentaba convencer a su padre de que ella podía sustituirle. Sin pensarlo siquiera ofrecí mi ayuda y en un momento subimos el sofá. Mientras los dos hombres metían el mueble dentro del Ático B, el apartamento que llevaba vacío desde antes de que yo ocupara el Ático A, intercambié unas palabras con la chica, me dijo que era ella la que iba a vivir allí y debo admitir que me alegré porque pese a que en esos momentos ella estaba hecha un asco era condenadamente atractiva, me despedí después de insinuarle que estaba disponible para lo que ella quisiera.

Si fuera una persona de las que se deprimen me habría deprimido al entrar en mi casa, estaba a oscuras y llena de polvo, no había nada de comer y además olía a cerrado. Realmente no es que me importase mucho porque planeaba pasar muy poco tiempo allí, pero igualmente abrí las ventanas para que al menos desapareciese el olor y tras tirar mi bolsa de viaje encima de la cama, salí a comprar algo de comida porque estaba al borde de la inanición y tras zamparme un Keebab volví a casa, me duché y salí para ir a visitar a Pol y Siena.

Al salir del apartamento me encontré con una escena de lo más divertida en el rellano, mi sexy nueva vecina estaba enroscada con un tipo mayor que ella, estaban a punto de ponerse a follar allí mismo y como siempre he vivido para incordiar a la gente decidí interrumpirlos. Ella se envaró y se puso roja, consciente de como los había encontrado y de como iba vestida, repetiré que la chica era realmente agradable a la vista, llevaba solo una camiseta que a penas le tapaba el culo y para mi deleite noté que no llevaba sujetador, me despedí con un asentimiento de cabeza y me fui aguantándome la risa. Mi nueva vecina era muy entretenida.

Pol abrió la puerta sonriente y antes de que pudiéramos saludarnos Siena se abalanzó sobre mi para abrazarme, mirando divertido a Pol la estreché entre mis brazos y la besuqueé.

― ¡Cuánto entusiasmo!― le dije― no sabía que me echaras tanto de menos.

― Pues sí, te echo mucho de menos ¿por qué te has tenido que ir a la otra punta del país?― me reprochó mientras me abrazaba más fuerte.

― Oh vamos, no está tan lejos. Y hablamos todos los días, no es como si nos hubiéramos olvidado el uno del otro.

― Lo sé, lo sé...― se separó de mi y se limpió unas lágrimas que amenazaban con escapar de sus ojos.

― ¡Y el hijo pródigo ha vuelto!― me dijo Pol antes de darme un mucho menos efusivo abrazo.

― Oye, no te hagas ahora el macho conmigo― le pinché para luego estrujarlo apropiadamente.

Me puse al día rápidamente con ellos y no es que en realidad hubiera muchas novedades ya que hablaba con ellos casi todos los días, daba gracias por el Skype y las tarifas planas de móvil porque sino mi sueldo se iría íntegramente en la factura del teléfono. Había algo diferente en Siena, no podía decir el qué, pero pese a ese algo que no podía descifrar ambos se veían exactamente como la ultima vez que los había visto, es decir, enamorados y felices.

Cenamos en la terraza e hicimos el idiota como siempre, Pol y yo empezábamos a estar ya un poco borrachos después de toda la cerveza ingerida, en un momento de iluminación vi que Siena, que siempre era la que más rápido se achispaba, no lo estaba y entonces me di cuenta de que no la había visto beber nada más que agua.

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