Al Despertar...

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Lo único que recuerdo es aquella mirada.

Una mirada triste, distante.

También recuerdo el tacto de la nieve helada bajo mis pies desnudos.

Y por mucho que intente olvidar aquel cisne, aquellos pinos cubiertos de nieve, siguen ahí.

Es lo único que recuerdo, antes de que se me nublara la vista y todo empezara a oscurecer.

...

Entran los primeros rayos de luz, una luz pálida que logra despertarme, a regañadientes.

Alguien dijo que cada día es un día nuevo.

Eso es una simple mentira que alguien espetó para hacerse el interesante.

Para mí todos los días son iguales, monótonos y extraños, sobre todo extraños.

Me siento como si fuera una intrusa, como si hubiera robado la identidad a alguien, es como si esta vida no me perteneciera.

Voy a la cocina, y me siento al lado de mi madre, que directamente me da un beso.

No siento nada, solo algo extraño.

Pero no me engaño, toda mi vida me he sentido como si mi día a día fuera un rompe cabezas, sobre todo después de aquel sueño extraño.

-¿Que vas hacer hoy?- me pregunta, rompiendo mis pensamientos ocultos.

-He quedado con Ekaterina.

-¿Y donde vais?

-Al cine.

-Eso esta muy bien, si quieres puedes invitarla a dormir.

-Vale.

-Te noto un poco extraña- opina mientras acaricia mi cabello

-Mama, ¿Puedo ver las fotos de cuando era pequeña?

-Sí- frunce el ceño y se levanta con brusquedad. Siempre hace eso, sobre todo cuando le pregunto por fotos mías.

Me entrega un álbum negro con letras doradas, y mis ojos miran esas fotos de aquella niña sonriente, pero no cambia este sentimiento, sigo pareciendo una extraña.

No recuerdo nada de lo que veo, en verdad no recuerdo nada de mi infancia.

-¿Seguro que no te pasa nada?

-No, no me pasa nada, solo quería ver como era antes- miento

-Pues igual de preciosa- afirma.

-Bueno, me tengo que ir, sino haré esperar a Ekaterina. Y ya sabemos cómo se pone si alguien tarda.

Se ríe -Si, ya lo sabemos...

Me cambio de zapatos y me pongo una falda negra y una camisa ajustada rosa, más un abrigo, una bufanda,un gorro, unas medias de algodón y unas botas negras.

Me cubro bien las orejas, y dejo que el frío de Moscú me roce mis labios.

Katya (diminutivo de Ekaterina, los diminutivos se utilizan mucho) ya esta allí.

-Llegas tarde -me regaña, pero no la estoy mirando, mis ojos se fijan en aquella figura curvada y arrugada que me dedica una sonrisa escalofriante -¡HEY!

-Dime

-¿Me estas escuchando?- me pregunta enfadada

-No, en realidad no.

-Qué maja.

-Gracias.

Pone los ojos en blanco y me empuja dentro del cine, pero antes de entrar doy un vistazo rápido hacía atrás. El hombre de antes ya no está.

...

Me despido de mi querida amiga y hago el trayecto con el destino de ir a mi casa. Oigo unos pasos marcados, disimuladamente me doy la vuelta y me doy cuenta de que el hombre que me había dedicado una sonrisa está justamente detrás mía.

Al principio pensaba que solo era una simple coincidencia, pero sé que me equivocaba al ver que sigue ahí, acechándome, entre las sombras.

Acelero el paso, y mi perseguidor también, eso confirma mis miedos.

<<Si voy directa a casa sabrá donde vivo>>

Cruzo algunas calles hasta que por fin le pierdo de vista, suspiro.

Abro la puerta de casa y miro el buzón antes de entrar, tengo una carta.

Me encanta recibir cartas, es algo que nunca se debe de perder.

Voy a mi habitación como una flecha y miro quién me la ha enviado. No aparece el nombre, ni su dirección. Arqueo las cejas, extrañada y al mismo tiempo muy intrigada.

He oído historias de que si alguien te envía algo y no sabes quién es, es mala señal.

Bueno, ahora confirmaré todas esas historias.

Aðalbjörg.

Mis dedos palpan esa palabra escrita con tinta sobre una tarjeta azul.

¿Aðalbjörg?

¿Qué significa?

No lo sé, pero un hormigueo recorre todo mi cuerpo al asomarme por la ventana y ver aquella figura que hace un momento me perseguía.

Tiemblo, tengo miedo y aquel hombre lo siente.

Me sonríe.

Escalofriante.

Y luego se ríe.







El rastro de las Plumas Negras- EN PAUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora