Pájaros

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Salgo de allí rápidamente.

El viento de las calles heladas ruge y choca contra mi rostro pálido.

Una niña de ocho o nueve años choca contra mí y se disculpa antes de irse. En ese instante algo electrizante recorre toda mi espalda.

Llevaba un chaleco caqui, una camiseta de cuadros azules, más unos vaqueros y unas botas marrones. También tenía una trenza y unos ojos azules oscuros impactantes y extremadamente sorprendentes y bonitos. Eso me ha hecho recordar al chico nuevo de antes: Aleksandr.

Se parecía a la niña de mis sueños...

¡ES IDÉNTICA!

No...

¡ES ELLA!

Si, estoy segura de que es ella, no cabe duda.

Voy tras ella pero empieza a correr...

-¡EY! ¡ESPERA! 

Pero la niña corre más y eso hace que acelere. Me vuelvo a chocar con otra niña de la misma edad.

También es idéntica a la de antes. Y nuevamente empiezo a perseguir sus pasaos, hasta que me doy cuenta de que estoy rodeada de niñas iguales.

Me estiro de los pelos y chillo mientras ellas me rodean con esa voz irritante y aguda.

Me tapo los oídos mientras cantan haciendo el corro de la patata a mi alrededor -¡PARAD! -grito con rabia y estiro mi cabello con más fuerza mientras las miro con odio, aunque ahora ya no son todas iguales.

Aunque ahora haya una única niña con dos críos, uno de ellos era el de los sueños.

Se hablan entre ellos con ese idioma que tanto desconozco.

Un señor se acerca preguntando si estoy bien.

-¡Haz que paren! ¡DILES QUE SE CALLEN!

El hombre se asusta, no le culpo.

Miro al cielo; está extremadamente cerca.

Alguien me venda los ojos y me coge, y luego nada...

Nada...

Me intento quitar la venda negra pero esta bien atada al igual que mis manos.

Palpo el suelo aterciopelado, mis manos tropiezan con unas tijeras metálicas y con cuidado me corto la venda.

Lo primero que mis ojos ven es que estoy encerrada en un maletero y por encima de mi cabeza hay un cristal que me permite observar un cielo gris. A través de esas nubes tristes vuelan unos elegantes cisnes negros.

-Irina -una voz me llama en alguna parte de mi mente pero no veo a nadie. -¡IRINA! -esta vez me grita, la voz lejana parece enfurecida y vuelve a chillar mi nombre, ya no es tan lejana.

Ya no estoy en el coche.

Estoy tumbada en un simple suelo helado de las calles de Moscú.

Aleksandr me levanta del suelo preocupado. A pesar de que me ofrezca su ayuda para despertarme y levantarme aún no me olvidado de quién es.

Aun no he olvidado por qué tengo que desconfiar de él.

Aparto la mirada de sus hipnotizantes ojos azules.

Y me ruborizo al saber que soy el centro de todas las miradas.

-¡ESA CHICA ESTÁ LOCA! -grita el señor de antes, pero no le hago caso.

Yo solo presto atención a aquellos pájaros negros que vuelan en ese cielo triste, y si de verdad tienes imaginación, podrás ver cómo se transforman en unos simples cisnes negros.








El rastro de las Plumas Negras- EN PAUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora