2. Recuerdos

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Todo aquello rondaba por mi mente durante el eterno viaje en tren a Santander cuando, de pronto, algo vibró entre mis manos. Era un WhatsApp de mi mejor amiga, Irene, y decía así:

Jo Fat, no hace ni un día que te has ido y ya te echo de menos. No sé qué va a ser de nosotras sin ti. Corrijo, no sé qué va a ser de mí sin ti. No paro de acordarme de nuestros grandes momentos; las veces que me has hecho llorar de risa, los millones de horas de conversaciones por teléfono y sobre todo, que siempre hayas estado ahí para apoyarme y escucharme. Acuérdate de mí siempre, yo jamás podré olvidarte. Un beso muy grande;

Tu mejor amiga (En Madrid, en Santander e incluso en Albuquerque)

P.D: si ves que alguno por allí podría ser mi media naranja... me lo mandas eh.

Terminé de leer el mensaje y no pude reprimir una sonrisa amarga y cientos de lágrimas que rodaban sin parar por mis mejillas. Me pregunté a mi misma cuántas lágrimas había derramado en los últimos dos meses, y no supe responder. Sentía que mi vida se derrumbaba demasiado deprisa. En aquellos momentos toda la felicidad parecía lejana; pensaba en mí sonriendo y no me reconocía.
Cuando al fin logré tranquilizarme, respiré hondo y me animé pensando que era fuerte y que seguramente en Santander todo iría mejor, aunque he de admitir que ni yo misma estaba segura de ello. Miré mi móvil, entré en WhatsApp y me dispuse a responder a Irene:

Muchísimas gracias, Ire. La verdad es que estoy muy asustada. Hace años que no veo a mi abuela y estoy deseando abrazarla, me hace mucha ilusión volver a verla otra vez, aunque me gustaría que las circunstancias fueran otras. Os voy a echar muchísimo de menos. Os llevaré siempre en mi corazón (y en mi móvil, llamadme muchas veces eh). Ahora mismo estoy en el tren, pero no tengo ni idea de por dónde voy. Llevo siglos esperando para entrar al baño, porque una señora se ha metido con un niño pequeño y han tardado muchísimo en salir. Cuando por fin he visto vía libre y me he ido a acercar, un señor mayor se ha levantado (garrota en mano) y cuando me he querido dar cuenta, ya me había adelantado. Desde luego, yo si fuera oveja no comía hierba ni un solo día...

Un besito

Una vez enviado, decidí que ya era hora de estirar las piernas.

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