Aparté la mirada del gran ventanal y centré mi atención en el interior del vagón-cafetería, lugar en el cual habían trascurrido los últimos minutos de mi vida. De las personas que allí había a mi llegada, tan solo quedaba el hombre del café y el periódico que en algún momento había pasado a ocupar un silloncito idéntico al mío un par de mesas más alante. Siendo sincera, no hubiese sido capaz de decir en qué momento el resto de pasajeros habían abandonado la estancia; si bien la mujer con los niños, en cuya presencia reparé al entrar, había bajado en aquella misma estación o si quizá regresó junto con los pequeños a sus correspondientes asientos en algún momento del trayecto.
Aquel lugar concreto, antes alegre y lleno de vida durante la amena conversación con el chico de ojos verdes, ahora se me antojaba vacío y sin significado alguno, llevándome a pensar por un momento en como asociamos personas y lugares hasta tal punto que deja de tener sentido un elemento sin el otro, pues juntos forjan un recuerdo impenetrable que perdurará a través del tiempo y la memoria. Aquel vagón, aquella mesa idéntica a la de más allá a ojos de cualquiera, pero sin embargo especial para los míos, e incluso aquel vaso que antes contenía Coca-Cola sin cafeína, habían sido los inertes testigos de lo ocurrido entre Arturo y yo, estando simplemente presentes, como formando parte del escenario en el cual nosotros éramos un par de actores siguiendo un guión improvisado. Ahora que él no ocupaba su sitio, el equilibrio se había roto y era hora de cerrar el telón. Yo ya no pintaba nada allí, simplemente era una pieza más de un puzzle incompleto.
Volví a dirigir la vista al andén y me entretuve observando los distintos reencuentros y despedidas que allí estaban teniendo lugar simultáneamente, creando un contraste entre el dolor reflejado en aquellos que marchaban, quizá un poco en contra de su voluntad y felicidad, sonrisas y armonía por parte de aquellos que volvían por fin a su lugar. Siempre he pensado que esas experiencias junto con las tragedias y catástrofes sacan a flote lo mejor de nosotros o, sencillamente, nuestro lado más humano.
Analizaba una y otra vez la estación y a cada uno de los que, desde el lugar que yo ocupaba, constituían mi campo de visión. Me paré a mirar a una pareja joven. Ella llevaba una enorme maleta metalizada y tiraba con todas sus fuerzas de ésta mientras él, una y otra vez, se ofrecía a llevársela. Vi como se negaba unas tres o cuatro veces y me fijé en su rostro; parecía realmente enfadada con su acompañante. Sin embargo, a la hora de subir al tren, se detuvieron junto a éste y cruzaron miradas. Pude observar como la expresión de ella se tornaba triste y ensombrecida, como si todo el enfado hubiera desaparecido de golpe, y entonces, una lágrima rodó por su mejilla. Él, alarmado, la secó con su propia manga y la abrazó, susurrando algo en su oído que la hizo reír fuertemente entre lágrimas y por lo visto la tranquilizó. Depronto se giró y sin más, cargó como pudo con la maleta hasta conseguir subirla al tren. Entonces, bajó corriendo y ambos se fundieron en un beso apasionado de esos que se dan en las comedias románticas típicas de las tardes de sábados y domingos, las cuales únicamente consiguen que el género femenino suba el listón del prototipo 'Prícipe Azul' y aumente sus espectativas.
Dejé de mirarlos y cuando lo hice reparé en que Arturo y su familia permanecía aún allí. Él y los pequeños que antes salieron en su búsqueda habían regresado con el resto del grupo, imagino que durante el tiempo que yo había dedicado a analizar todo mi entorno.
Depronto caí en la cuenta de que no sabía el tiempo que llevábamos allí parados y supuse que habrían sido unos minutos, que sin embargo me parecieron eternos. Una repentina ansiedad se apoderó de mí entonces al pensar que en cualquier momento algo podría salir mal y el bonito recuerdo que había construido en aquel vagón-cafetería quedaría aplastado por otro negativo, y solo esperé oír la voz de megafonía que anteriormente había anunciado la próxima parada.
Unos segundos más tarde, mi deseo se hizo realidad, anunciando sin embargo algo completamente inesperado:
"Señores pasajeros, parece que ha habido un fallo en cuánto al vehículo. Es necesario hacer una revisión urgente, no queremos correr riesgos. Nos es imposible en estos instantes estimar el tiempo de espera. Rogamos que permanezcan en la estación a la espera de noticias y desalojen el vagón junto con sus correspondientes pertenecias. La empresa se hace cargo de todos los percances y promete compensación por suponerlos. Gracias por su atención".
Mi sorpresa no podía ser mayor. Por lo visto el destino estaba jugando sus mejores cartas.
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¿Casualidad o Destino?
Teen FictionNos gusta el poder, el control, sentir que las cosas son nuestras. Nos gusta tenerlo todo planeado, que todo salga como esperamos. Quizá por eso a veces nos perdemos todo lo bonito, todo lo que no se espera. Tenemos las cabezas amuebladas a la perfe...