Playa de Arena Roja

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Oddi Kraka dirigía la vanguardia en la rompiente. Intentó contar los soldados para darse una idea del asalto que estaban a punto de recibir pero cada vez que lo intentaba, otro barco desembarcaba y los invasores se juntaban con sus compañeros, haciendo la tarea imposible.
–Son demasiados, de ninguna manera vamos a detenerlos con esta "emboscada"-pensaba Oddi en ese momento.
Pero seguían llegando mas barcos y atrás se podían ver aún más y quien sabe cuantos se escondían tras la niebla.
La costa de Kergënven estaba defendida por cientos de soldados, pero miles de invasores se extendían a lo largo de la costa. En tan sólo unos segundos la pelea en tierra tomaría lugar.
A pesar de su fiereza, Oddi no pudo evitar sentirse intimidado por la creciente marea de tropas que gritaban a todo pulmón. Sabía a simple vista que no saldría con vida de la playa, pero al menos intentaría reducir lo más que pudiera al ejército enemigo para que los siguientes escuadrones concluyeran lo que él había empezado.
Inhaló una gran bocanada de aire y se armó de valor para gritar las siguientes palabras: -¡¡ATAQUEN!!-.
Una horda de piqueros apareció frente los Skargeins, la inclinación de la playa otorgaba un avance lento para la subida, por lo cual, las lanzas penetraban con facilidad las líneas enemigas. Al principio esta pareció una excelente estrategia, pero las puntas filosas no los detenían y continuaban subiendo por la arena.
Los piqueros lograban matar con facilidad a tan sólo un enemigo antes de que su arma quedara atorada en el cadáver y fueran alcanzados por las espadas de los compañeros.
Cuando rompieron la primera línea defensiva, Oddi entró en acción con sus tropas, armadas con escudos y espadas. Los Skargeins no atacaban bien formados, lo cual otorgaba a Oddi una ventaja descomunal.
Cuando las espadas empezaron a cumplir su misión, los gritos de ambos bandos incrementaron con fuerza.
En combate, Oddi mantenía su escudo en alto, esperando que éste absorbiera el impacto del enemigo y asestando después un terrible hachazo a su contrincante.
Se sentía invencible, derrotaba a cualquiera que se le interpusiese con tremenda rapidez, incluso a dos o tres al mismo tiempo. Podría danzar alrededor de las espadas sin que estas le hicieran el menor daño. Sentía una incontenible energía que descargaba en cada golpe.
–Tal vez tenemos una oportunidad en esto- pensó con avidez. Entonces volteó a su alrededor y supo que sus soldados no compartían el mismo pensamiento, intentaban torpemente defenderse, pero los asesinaban sin piedad.
Para Oddi el mundo empezó a girar cual tortuga.
Contemplaba sin aliento como una maza destrozaba el cráneo de Kolli, con quién, apenas dos noches atrás, platicaban acerca de los viejos buenos tiempos en una partida de dados.
Observaba como el pecho de Orn era atravesado por el hierro enemigo, el hombre que le había regalado a su querido perro Karn.
Veía cómo morían muchos otros hombres con los cuales jamás intercambió un diálogo, pero seguían sus órdenes sin cuestionarlas por que confiaban en su palabra. Pero no había nada que pudiera hacer para enmendar la situación. La escuadra Kergënveniana se iba reduciendo a cada segundo que pasaba. Oddi podía seguir defendiendo la costa como estaba hace unos instantes pero era tan sólo cuestión de tiempo para que fueran más guerreros de los que podía controlar.
Consideró una retirada para reagrupar a los sobrevivientes en el siguiente punto de control, pero era simplemente imposible, no arriesgaría abrir las puertas de la ciudad.
Al quedarse sumido en sus pensamientos no se había percatado de la inminente amenaza que se le acercaba. Un corpulento hombre de dos metros de altura blandía un pesado martillo de guerra y corría hacia su dirección.
Cuando el martillo se precipitaba sobre la cabeza de Oddi, éste reaccionó protegiéndola con su escudo. El impacto fue tan fuerte que el brazo de Oddi se quebró en mil pedazos y cayó de espaldas a la arena. El dolor era insoportable, incluso para alguien como Oddi, pero el gigante estaba preparando ya un nuevo ataque. Hizo un intento sobrehumano para blandir su hacha y evitar la nueva descarga del martillo. Consiguió clavar el hacha entre las piernas del gigante, en el punto débil de todo hombre, haciéndolo errar el golpe del martillo.
El hombre cayó encima de Oddi y pudo observarlo de cerca. Sus ojos aunque abiertos, se volvieron distantes, cargados de un inmenso pesar. No tardaría mucho en sucumbir.
Oddi Kraka intentó moverlo a un lado, pero el hombre era muy pesado y al tener un brazo mal herido no podía ayudarse con tanta facilidad. Cada movimiento le otorgaba una nueva oleada de dolor. Después de varios angustiosos segundos dejó de intentarlo para recobrar energía, pero vio como los Skargeins habían conseguido la victoria en la playa y se acercaban a las puertas de la ciudad, matando a los escasos sobrevivientes del escuadrón de Oddi que intentaban huir. La ira venció al dolor e hizo un nuevo intento por escapar del cuerpo del monstruo, pero fue en vano, estaba demasiado cansado por la pelea para poder moverlo, así que se quedó quieto de nuevo. Entonces fue cuando se percató de que nadie se inmutaba por su presencia, creían que estaba muerto bajo el gigante.
Los invasores pasaban por  los costados de Oddi, corriendo tras la puerta que separaba Kergënven con el resto del mundo.
···
Thorberg había regresado al castillo como líder de la última línea defensiva y podía ver desde el torreón el fallo de la defensa en la playa.
El ataque había sido tan repentino que no habían tenido tiempo de organizar las armas; no se habían podido colocar empalizadas en la playa por la misma razón. Para cuando llegaron los arqueros aliados al torreón, la pelea en el desembarco había concluido.
Pero se alegró al ver que el portón estaba conteniendo a los Skargeins.
Los arqueros del torreón comenzaron a disparar continuamente a los hombres que se amotinaban tras las puertas. Los Skargeins les devolvieron sin vacilar las flechas.
La gigantesca puerta tenía orificios por los cuales se usaron lanzas para perforar a todo aquel que se acercara demasiado. Los Skargeins se mantenían detrás de Kergënven sin remedio. 
El rey miró rápidamente el mar y se sorprendió al ver algunas galeras navegaban alrededor de la ciudad para encontrar una entrada alternativa.
Desde la rompiente empezaron a llegar catapultas que se acercaban velozmente a la puerta.
Thorberg Sterki ordenó a los arqueros  que les prendieran fuego a los vehículos de madera antes de que destrozaran las murallas, pero era tarea difícil. Las catapultas tenían un rango de alcance muy elevado, por lo que empezaron a disparar desde la costa. Las piedras cayeron con fuerza contra las murallas, causándoles graves daños. Era tan sólo cuestión de tiempo hasta que ésta cediera.
Algunas rocas rebotaban de las paredes y caían, aplastando a algunos soldados que esperaban la caída de las murallas.
Cuando la puerta se desmoronó, los Skargeins cruzaron sin hesitar y se enfrentaron con las tropas que Thorberg había dispuesto detrás de ésta...

Thorberg, Rey de los VikingosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora