CAPÍTULO 7

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Al acabar el café, me sentí  enferma como si algo en mí se rompiera, sentí que una parte de mi vida dejaba de existir para dar paso al vacío más insoportable que había tenido nunca , mire ansiosa a Alexander comprendiendo todo lo que Marcus había pasado, ahora lo veía totalmente claro, todos aquellos momentos en los que Marcus había callado todo el odio y rencor que sentía hacia Alexander solo por que amaba a su hermana.

- ¿Estas bien Sarah?- Me dijo interrumpiendo todo el complejo mental formado en mi cabeza

- Puede ... No estoy segura - le respondí.

En aquel momento recordé la carta que descubrí en el apartamento de Marcus.

- Verás... titubeé, hace unos cinco días descubrí una carta diciendo que me amaba a mi y no a Tania - le dije.

Alexander encajó el golpe y comenzó a reírse

- Esa carta la escribí yo.

- ¿Qué? No me lo podía creer.

Alexander saco la cartera  y allí estaba la misma carta escrita por Marcus la misma firma y tipografía de la anticuada máquina de escribir que Marcus tenía en su habitación.

- No lo entiendo. - le dije con cara de tonta.

 La cosa fue que cuando Tania murió encontré el extracto a medio redactar en la máquina de escribir de Marcus y mientras el estaba de viaje de trabajo en Amsterdam yo vivía con ellos pues Tania me dijo que podía quedarme un par de días. Entonces Marcus que siempre estaba redactando necrológicas y esquelas en memoria de los difuntos para gente de alta cuna y políticos de poca monta, se decidió por escribir su propia necrológica en forma de carta de amor a mi hermana y por celos envidia o porque buscaba una forma de vengarme por la situación en la que vivíamos Marcus y yo en aquellos tiempos, decidí  retorcer aquella necrológica  y falsificarla, como me sabía la firma de Marcus a la perfección  firme  y feché la necrológica y la dejé encima de la mesa de noche de mi  hermana con la intención de que lo dejaran, pero en vez de eso cogió un vuelo a Amsterdam del  que nunca bajo. - me dijo con voz entre cortada.

- Cada vez me entero de menos Alexander. - le dije confusa

-¿Marcus conoce la historia? - le pregunté

- Sí. -respondió sin mirarme a los ojos.

Pagamos la cuenta y nos marchamos de la cafetería como si no hubiese pasado la hora y media en la que Alexander se sinceró conmigo, decidí llevarlo a las montañas pues consideré que el cambio de aires nos vendría bien a ambos después de lo acontecido. Le dije que pasaría a recogerlo en una hora pero a los diez minutos de haberlo dejado en el hotel y caminar hasta mi casa sumida en mis pensamientos, me sonó el móvil, era Marcus, descolgué.

-Hola, Sarah. - me dijo

- Hola Marcus. - respondí

- Antes de hacer un drama de todo, lo sé, Alexander me lo ha contado, me ha contado que le ha pasó a Tania la historia al completo.

- ¿En serio?, ahora sabrás cómo me siento ¿no?

- Un poco, nos vamos a la montaña para que pueda saber que coño hacer con vosotros dos. - le informe.

- Que se te de bien, Brooks. -me dijo antes de colgar.

Una vez en casa me pegué una ducha y me puse unos tejanos marrones, una camisa roja a cuadros y unas botas altas a juego con los tejanos, parecía una vaquera sacada de las Western que ponían en la sobremesa de los miércoles, cuando estuve lista pase a recoger a Alexander  y  nos pusimos en marcha, camino a la montana fue silencioso salvo por el dulce sonido del reproductor de música del coche cuando llegamos, la montaña estaba preciosa  estaba completamente  verde, elegimos una pradera un par de kilómetros más allá de la carretera principal cuando llegamos nos tumbamos en la esterilla para ver el paisaje mientras almorzábamos unos sandwiches de ensalada de huevo. Al llegar las diez de la noche el cielo se iluminó de estrellas permanecí tumbada sobre el pecho de Alexander.

- Tengo que marcharme. - dijo mientras me incorporaba.

- ¿Por qué? - dije con cara de no entender que había hecho mal para que se marchara ya.

- Por Maxwell. - me dijo, por todo lo que ha pasado, no puedo volver a mirarle a la cara.

- Quédate conmigo, por favor . - le imploré.

- No sé que he de hacer . - Me confesó

Sin dejarle mediar palabra le besé para que se callase y así mantenerlo distraído.

PASION ENFERMIZADonde viven las historias. Descúbrelo ahora