Hoy estaba nublado.
Me recordó a aquel día que fuimos a ese lugar lleno de árboles, ¿recuerdas?
Yo te quería enseñar ese árbol que se quejaba, pero ese día no se quejó.
Nuestras risas llenaban el silencio del lugar. Tu sonrisa lo iluminaba y me iluminaba.
Te sentaste a lado del árbol particular y me observaste. Me observaste de una manera dulce pero sin quitar tu toque travieso. Eso me encantaba de ti, podías ser dos cosas a la vez; hoy sé que podías ser hasta más.
Acunaste mi rostro con tus manos y me diste un beso casto en los labios. Yo esperando a que se prolongara no abrí mis ojos y cuando lo hice estabas tú ahí sonriéndome, yo sentí que sonreías con ternura, pero creo que lo hacías porque sabías que ya me tenías encantada.
Rodeé tu cuello con mis brazos con fuerza y te besé. Un beso inspirado en todo lo que sentía en ese momento: amor, felicidad, pasión, alegría...
Rodeaste mi cintura, me atrajiste más hacia ti y nos hundimos en el beso.
Ese día, amor mío, me quedó más que claro que cuando te fueras me iba a doler como nada en este mundo. Y heme aquí, escribiendo con lágrimas en los ojos.
Bajamos las escaleras, tú tomando mi mano y yo observando el paisaje: tu perfil contra el sol.
Hoy estaba nublado, y me recordó a aquel día que fuimos a ese lugar lleno de árboles.
Yo te quería enseñar ese árbol que se quejaba, pero ese día no se quejó.
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Pensamiento número...
RomanceSólo un pequeño libro de mis ideas, sueños y ocurrencias.