Me embadurné de grasa para que todo lo que se quisiera acercar a mí resbalara. Los problemas, las personas y por supuesto, los sentimientos. Quise construir un escudo más grande que el muro de Berlín y tan duro como el hielo. Pero llegaste tú y entre tu frío y el mío nos acabamos quemando tanto que se derritieron todas las corazas y la grasa cayó, a mis pies, como el mundo detrás de todas y cada una de tus miradas. Que no sabía lo que era el miedo pero juro que mis piernas temblaron al escuchar tu voz acariciando mi nombre. Y supe de que hablaban todos esos libros y poemas, supe que las mariposas existían y que se podían sentir esas cosas que tan solo creía posibles en mis películas favoritas. Y finalmente supe que la vida si que era bella, pero no por ella misma sino por existir personas como tú coincidiendo con alguien como yo.