Como un viejo matrimonio.

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Mer y yo teníamos muchísimas cosas en común.

Nuestros deseos de libertad, por ejemplo, habían unido nuestro destino. A mi próxima reina le encantaba la idea de salir en busca de aventura, al igual que a mí, e ir juntos hacía el viaje perfecto.

—Pero Mer —le miré haciendo un puchero—. Quedamos que si era niña yo le pondría nombre.

—Hipo, aún no sabemos que será —decía mi pelirroja rodando los ojos.

—Prometo escoger un buen nombre, de verdad —levanté la mano a modo de juramento. Ella soltó una carcajada.

—Está bien, pero no le vayas a poner Hipo Junior si es niño —cedió mi princesa.

— ¿Por qué no? —reclamé "molesto".

—Porque quiero que tenga un nombre distinto.

— ¡Merida! —la voz de Rapunzel llamó la atención de ambos—. ¡Mírate! No deberías andar paseando en ese estado, debes descansar.

—Punzie tiene razón, amor —le concedí la razón a mi amiga.

—No eres mi madre para decirme que debo hacer —habló mi arquera con rebeldía.

—Merida...—dije alzando una ceja.

— ¡Obligáme! —Merida hizo un puchero—. Además me aburro ahí adentro.

—Pero mi lady, es por tu bien.

—Como tú puedes salir a pasear como si nada.

Incluso haciendo sus gestos infantiles mi princesa conservaba esa hermosura y ahora cargaba al fruto de nuestro amor; nuestro primer hijo o hija.

No podía sentirme más dichoso. Me consideraba el hombre más feliz del mundo.

— ¿Quieres que me quede contigo? — acerqué mi nariz a la de Mer.

— ¿Harías eso por mi? —mi princesa me dedicó una mirada llena de ternura.

—Claro. Por ti, mi lady, lo que sea.

Ambos frotamos nuestras narices suavemente. Estar a su lado era todo lo que me hacía feliz. ¿Había algo más que pedirle a la vida?

—Iuk, me dan diabetes, par de tórtolos —dijo Jack con burla.

— ¡Jack! —le reprendió Rapunzel.

—Es que míralos, parecen un matrimonio viejo —mi mejor amigo rio al recibir un codazo de la rubia.

— ¿A quién llamaste vieja, Frost? — mi pelirroja quería pelea con el albino.

—Tranquila Mer, déjalo —le sonreí a mi princesa.

—Tienes suerte de que esté embarazada, nevera con patas, o ya te habría golpeado.

Besé la frente de mi princesa con dulzura. Y la abracé por la cintura.

—Será mejor que descanses mi princesa.

—Tú no eres mi madre.

—Mer...

—Es la verdad, mejor tráeme una manzana que muero de hambre.

—Como ordene, mi lady.

Sí. Eramos con un viejo matrimonio.

—Hipo... Agradece que estoy embarazada por que si no te quitaba esa mano de mi trasero a golpes.

Retiré lentamente la mano de ahí.

—Ahora abrázame, antes de que me arrepienta.

Sonreí con sinceridad y abracé a mi princesa. Una vida a su lado, esa era la mejor aventura que podía haber elegido.

Ella recargó su cabeza en mi hombro y suspiró.

¿Fin?

Fuego Mágico [Mericcup Week]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora