-Creo que es hora-Dijo el capitán a uno de sus piratas-,Tu la has traído, y ahora es tu deber.
El pedazo de madera se balanceaba por el peso de la hermosa mujer que se sostenía parada en el, sabía su destino, pero nunca supuso que antes de ello, se fuese a enamorar de el único pirata con corazón en el barco. Su padre, el señor de los vikingos ya le había advertido antes que debía tener cuidado de sus enemigos, los piratas, porque aunque ellos fueran menos hábiles, poderosos y fuertes, le ganarían, Emma siempre había sido una mujer diferente a las vikingas normales, ella no era robusta, ni fuerte, ni alta, y no poseía las armas que todos tenían, especialmente porque a las mujeres no se les dejaba usar una. Si tan solo hubiese escuchado a su padre....
Sus diferentes creencias los separaban, y eso se hacía doloroso para los dos. El pirata se acercó a su amada, haciendo que la madera se hiciese menos resistente.
-Perdóname-le susurró.
-Nunca me amaste- replicó ella, mientras le salía una lágrima de su ojo, y caía al mar, fusionándose con él, como pronto pasaría con ella.
¿Cómo explicarle que si la amaba? ¿Que si se revelaba ante sus colegas, no sólo ella moriría?
-Perdóname- Repitió, con el corazón roto.
La abrazo por atrás, le dio un beso en la mejilla, le entregó su preciado cuchillo, y la empujó al mar....
Esa misma noche, todos los piratas hicieron una fiesta por la asaña de su amigo.
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