Candance.
El día era lluvioso; de esos días en los que solo te apetece permanecer en casa. El lugar donde acabábamos de entrar parecía cálido, o al menos lo suficientemente cálido como para poder entrar en algo de calor. Era una especie de tetería. Contaba con algunas mesas y un pequeño mostrador donde supongo que atenderían a la clientela. No había demasiada, por no decir nadie, siendo honestos.
Tal vez esta era la tetería menos concurrida de Nueva York, pero no había venido tampoco en busca de un té u otra bebida caliente.
El sonido de la campana a nuestro pasar alertó a la mujer que estaba tras el mostrador, haciendo que automáticamente su mirada se fijara primero en mí y luego en la pequeña que a mi lado venía. La mujer, obviamente percatada de que la pequeña se encontraba mojada de pies a cabeza, acudió a nosotras con una total rapidez, invitándonos a sentarnos en una cálida zona del lugar.
- Alex, vamos – La delicada mano de la niña se aferró con fuerza a la mía y ambas nos dirigimos hacia un pequeño sofá que en una esquina del establecimiento había. Después de eso, y de indicarnos que nos pusieramos cómodas, ella desapareció.
Me sentía mal por estar aquí, obviamente, pero no teníamos otro lugar al que ir.
Le retiré a la pequeña mi chubasquero, el cuál le había estado resguardando de la lluvia. Su ropita estaba seca, pues la prenda de ropa le quedaba lo suficientemente larga como para cubrirle totalmente. Busqué en la mochila que traía en busca de alguna prenda de abrigo, pero toda la ropa se encontraba totalmente humedecida. Podría buscar en su maleta, pero la verdad es que seguramente también estaría empapada.
Alexia se sentó sobre mi regazo, a pesar de que yo le dije que no lo hiciera, pues mojaría su ropa seca; yo estaba totalmente mojada. La pequeña se recostó sobre mí. Sabía exactamente lo que quería. Debido a nuestro ajetreado día de viaje, Alexia apenas había podido dormir la siesta y ahora estaba agotada, ella solo tenía sueño. Recogí su cabello en un recogido de bailarina para que así el cabello no le incomodara a la hora de dormir y la acomodé entre mis brazos. Ella dejó unos cuantos besos en mi mejilla antes de cerrar sus ojos.
Mi pequeña era todo lo que ahora mismo me quedaba y la quería con locura.
- Es linda. – La voz de la mujer interrumpió mis caricias en la mejilla de Alexia. No tenía ni idea de cuánto tiempo llevaba haciendo eso sobre el rostro de la niña, pero sin duda había olvidado dónde nos encontrábamos. - ¿Cuántos años tiene?
- Está por cumplir los tres años. – Contesté, sin poder evitar que una pequeña sonrisa saliera de mi rostro. Mi pequeña ya no era tan pequeña.
La mujer me ofreció una taza con algún líquido caliente – pues obviamente podía ver salir el humo de ella – que me vi en la obligación de denegar.
- Lo lamento, no dispongo de dinero alguno para pagar nada – Le respondí. Sí que poseía dinero, pero debía de guardarlo para buscar un lugar donde quedarnos por unos días y debía de proporcionarnos alimentos esos días. No sabía cómo lo íbamos a hacer realmente. Me estaba comportando como una fresca de hecho, así que me dispuse a recoger mis cosas.
- Descuida, deja tus cosas. – La mujer me detuvo de recoger nada y me tendió el vaso con el caliente líquido. – Invita la casa.
Y la mujer literalmente me obligó a beberme aquel tazón de leche caliente que me había preparado. También le había preparado uno a la pequeña, por lo que desgraciadamente tuve que despertarla para que se lo tomara.