No alcanzaban las palabras para describir el miedo que causaba ese barrio. Había casas y, mínimo, una historia de muerte en ellas. Es un lugar destrozado por las drogas, el alcohol y el bajo mundo de las bandas callejeras.
En medio de todo, llegaba a su casa un padre joven cuya novia está bajo la tierra culpa de una bala perdida. Él le sonríe a su hijo, y cada una de las sonrisas es como un flechazo. Se mentía a sí mismo por el alma inocente y pura de aquel chiquilín que tiernamente le decía: "Papá". Muchas veces, este hombre no comía con tal de que su hijito y único compañero fuese feliz. Creo que las paredes podrían estar destruidas, pero él haría lo imposible por aquella sonrisa, tesoro de cada luna.
Pasaban los días, y todo iba progresando. Se veían mas luces de esperanza en su vida. Todo iba bien. Tenían qué comer, dónde descansar en paz y felicidad. Este hombre, puro entre las impurezas del pecado, vivo del infierno que aprendió a ver como cielo, entendió por fin cómo seguir adelante.
Un día, llorando vuelve a casa, lágrimas de pura risa con las que abre la puerta y se encuentra con el ser que más amó en su existencia, lo besa en la frente, al quien es, hoy, un niño. Se quedan charlando y el muchacho de lágrimas sabor dulzón, se va a un supermercado a comprar.
Cuando llega a la caja, el hijo siente el mismo frio que el padre, el mismo frio que el de la bala, o el de la sangre de quien apretó el gatillo del arma que sentenció a una vida en la eternidad a un hombre de 35 años que recién conseguía su 4° ascenso laboral. Frío era el ambiente de casa, frío era estar solo, pero más frío era saber que ese hijo, estaba, tambien, condenado por el barrio a morir.
Se despidió de este mundo sin dejar marca en nadie. Atravesó las puertas de la realidad cuando ese golpe final lo desnucó. Cruzó el patio de la miseria y del hambre cuando empezó a volar y su alma se desprendió cual angel de su cuerpo. Lástima, las alas estaban por crecerle, pero acá, solo noches frías. Solo y únicamente: Frío.
Se encontraron donde los ángeles son ciudadanos junto con los mortales; en el lugar que decimos como "Un lugar mejor". Se encontraron en la puerta de la fe, donde El Barbas vestido de blanco luz los recibió. Pisaron el algodón de nubes y se despidieron del frío.
-Aquí vamos hijo, a ser, por fin, ángeles libres. Hemos vuelto al hogar.
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Metáforas de un bello amanecer
Historia CortaMuchos cuentos cortos. De romance, humor, música, deporte, magia. Descubre tú este pequeño libro de mi autoría.