Capitulo 1

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Abby


Sabía que algo iba mal cuando caminé por el escenario el día de la graduación y me encontré con solos unos lentos aplausos poco entusiastas de la dispersa multitud. No era como si esperase una permanente ovación. Exactamente no fui agradable con mis compañeros de clase. Podía contar el número de verdaderos amigos que tenía con una mano. O con ninguna, en realidad. Los habituales gritos y chillidos de Nan que esperaba escuchar no se hicieron presentes.

¿Dónde se encontraba ella?

Una alarma se encendió en mi cabeza en el momento en que la voz de nuestra vicedirectora, la señorita Morgan, irrumpió en el auditorio, dejando que las pesadas puertas de metal golpeasen detrás de ella. Sus tacones sonaban en rápida sucesión contra brillante suelo amarillo. Con un dedo curvado en mi dirección, me sacó de mi asiento. Su mirada estaba enfocada en el suelo mientras me llevaba a la oficina del director en silencio.

Cuando entré en la oficina, el Sheriff Fletcher estaba sentado detrás del desordenado escritorio en lugar del mismo director.

Oh, mierda.

Hice un rápido inventario mental de cualquier cosa que haya hecho recientemente que justificaría el honor de su visita. Había un porro de marihuana en el bolsillo trasero de mis pantalones cortos bajo la dorada toga de graduación, pero desde que la política del Sheriff sobre la marihuana era básicamente si lo tienes, pásalo, no estaba muy preocupada. A pesar que llevar una droga al instituto podrían resultar en la aplicación de las tergivesadas leyes. No había habido un solo arresto por marihuana en Coral Pines en todo el tiempo que he vivido aquí. Sería mi suerte en ser la primera puesta detrás de las rejas por eso. También tuve un desafortunado incidente involucrando la verja del campo de beisbol y un vehículo de cuatro ruedas que tomé prestado —sin el permiso del dueño— pero estaba muy segura de que no había forma de que el Sheriff supiera que fui yo quien causó el daño.

—¿Sheriff? —Intenté actuar normal, pero la palabra de saludo sonó como una pregunta. Incluso con la tolerante actitud de él y sus tergivesadas interpretaciones de la ley, no podía soportar a ese hombre. Su familia prácticamente poseía Coral Pines, por lo que estaba segurísima de que el Sheriff Fletcher había hecho trampa en su entrenamiento policial. El único miembro algo decente de la familia Fletcher era Owen, un chico bastante agradable, si los guapos chicos mujeriegos eran lo tuyo.

La camiseta del sheriff estaba abierta en tres botones, como para asegurarse de que no sería confundido por un profesional de la ley. Una masa de rizado pelo negro en el pecho salía de su cuello y rozaba la base de su garganta.

—Tome asiento, señorita Ford. —Gesticuló con un grueso y peludo dedo hacia la silla enfrente del escritorio. La señorita Morgan se encontraba de pie a su lado con las manos cruzadas frente a sí, casi como una monja. Su alto y delgado cuerpo, y la horrible falda de tubo la hacían verse como una jirafa al lado del redondeado físico del sheriff. Su agitado y desigualado flequillo le colgaba sobre las pestañas y rozaba su lechosa piel. Al ser pelirroja, era endemoniadamente pálida, ni siquiera los mortales rayos de sol del sureste de Florida pudieron haberlo cambiado. De alguna manera, se las arreglaba para ser incluso más pálida que yo.

Tomé asiento y tenía la esperanza de que fuera lo que fuera lo que esto era acabaría pronto.

Solo habían pasado cuatro años atrás, en otro instituto de otro estado, en lo que parecía otra vida, cuando el director me sacó de clase

y me llevó al vestíbulo para darme la noticia de que mi padre tuvo una sobredosis. Por entonces yo había estado en una casa de acogida durante dos años, y no le había visto en cuatro años. El director pensó que su muerte era bastante importante para sacarme de clase, así que sentí que debía fingir estar triste, era lo que esperaban de mí.

The Dark Light Of DayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora