Capitulo 3

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Cuando el persistente sonido del maldito timbre se mantuvo sonando en la puerta una y otra vez, estaba inclinada a tomar la pistola del armario del corredor, disparar primero y preguntar después.

—¡Lárguense! —grité en mi almohada mientras tiré del edredón sobre mi cabeza. No sabía qué hora era y no me importaba. Todo lo que sabía es que era temprano y no estaba lista para terminar mi hibernación todavía.

El timbre de mierda cambió su estilo de sonar dos veces en intervalos de treinta segundos a presionarse continuamente como alguien esperando impacientemente por un elevador.

Eso es todo, pensé. Tomaré el arma.

Dejé mi cama, abrí de golpe la puerta frontal, y casi me sentí mal por la pobre alma al otro lado que habría de enfrentar mi ira.

Una mujer vistiendo un traje azul marino ocupaba la mayor parte de la entrada. Tenía que levantar la mirada para ver su rostro. Lucía como Dan Aykroyd vestido de mujer. Su cabello era escaso y estaba coloreado de negro y gris, colocado en un apretado moño en su nuca. Sostenía una carpeta y un sujetapapeles en su mano.

—¿Abby Ford? —preguntó sin mirarme, su atención centrándose en su sujetapapeles. Su voz era profunda y vibraba de su pecho cuando hablaba.

—¿Eh? —pregunté. El sueño se escabulló de mis ojos, mi rabia remplazada con un cansado sentido de confusión.

La mujer-hombre suspiró.

—Eres Abby Ford... ¿estoy en lo correcto? —Dio golpecitos con la punta de su lápiz en el sujetapapeles.

—¿Sí? —Salió como una pregunta.

Ella bufó, y si pudiera ver sus ojos cuando los subió hacia el cielo, estoy segura que la vería rodarlos.

—Lo repetiré de nuevo. ¿Eres o no Abby Ford, la menor de edad que estaba al cuidado de Georgianne Ford antes de su muerte tres semanas atrás?

—Casi tengo dieciocho —dije impulsivamente—, entonces puedes irte ahora.

Me moví para cerrar de golpe la puerta, pero ella la bloqueó con su pie sin perder un segundo.

—Sí, bueno, no tienes dieciocho todavía, y tener diecisiete te hace una menor. Además, estás bajo tutela del estado de Florida, y te llevaré a custodia protectora hoy. Estarás en una casa de acogida hasta el día que tengas dieciocho. —Tiró de una página del sujetapapeles—. Por lo que puedo ver, será dentro de nueve meses.

Sabía que la casa de acogida era una posibilidad. Solo que no había esperado que el sheriff Fletcher rellenara el papeleo, y que ellos apareciera tan malditamente rápido. También tenía la esperanza de que casi tener dieciocho, a nadie le importaría un carajo.

—¿Puedo entrar, señorita Ford? —preguntó la mujer-hombre.

—¡No! —Me moví al frente para bloquear la puerta. Estaba segura que había dejado evidencias para arrestarme en la mesa de café que ella no necesitaba ver.

—¿Perdón? —preguntó, obviamente no acostumbrada a ser desafiada.

—A mi tía no le gustan los extraños en la casa, y ni siquiera me ha dicho su nombre. —Oí la mentira salir de mi boca antes que siquiera registrara qué decía.

—Señorita Thornton —replicó—. Mi nombre es señorita Thornton. —Quería tomar su lápiz y apuñalar su pie con él, el que no dejaba cerrar la puerta.

Era la primera vez que ella apartaba sus ojos de su sujetapapeles y me echaba una mirada. Todavía llevaba puesta la pijama, la cual consistía en una camiseta manga larga de cuello alto y pantalones cortos. Estoy segura de que tenía el cabello revuelto y círculos oscuros bajo los ojos. Con todas las pesadillas, era difícil descansar. La señorita Thornton estaba probablemente preguntándose por qué dormía hasta tarde en un lunes.

The Dark Light Of DayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora