Capítulo 21.- Una boda

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"¿Qué se necesita para mantener vivo a alguien? No olvidarlo, porque la eternidad que todos anhelamos en realidad vive allí, en los recuerdos".

Tres semanas no eran suficientes para que el dolor disminuyera, pero tres semanas habían pasado, y aunque cada noche quería morir, cada mañana no tenía otra opción que levantarse. Las hojas y la tinta se consumieron tan rápido, pero James no demoró en darle más.

Tal como Stephanie supuso, James no pidió leer lo que escribía con tanto ahínco. Él desde aquel día casi no salía del palacio y le había devuelto los deberes de atenderlo personalmente. Todos los días traía un libro nuevo consigo, algunos le pedía que se los leyera, otros se los daba para que los leyera ella en la noche. Era diferente y desconcertante su nueva aptitud, como si quisiera disipar su melancolía, pero, ¿por qué un príncipe se preocuparía por una esclava?

Ese día era el tercero que nevaba, casi no podía vislumbrarse nada por la manta blanca cubriendo todo. Stephanie no hacía más que mirar el paisaje y pensar que todo era tan blanco, puro y brillante, que desentonaba con su alma.

—Por el contrario, creo que la nieve simboliza bien a tu alma —gritó James desde el vestidor—. Eres pura, por ahora tu corazón está helado, pero cuando los rayos del sol te peguen y la temperatura aumente, serás igual de pura y cristalina, solo que vivificante. Deja que los rayos del sol te alcancen.

Stephanie agradeció que una pared la separara de su amo. Estaba ruborizada y no entendía el por qué.

—Es lo más lindo que ha dicho, amo. ¿Demasiada poesía, tal vez? —intentó mofarse.

—No, tal vez sea el estar conviviendo demasiado con el hombre más enamorado del mundo.

—¿Cómo sigue de su resaca de ayer?

Stephanie le había dado unos tés, incluso siguió la receta de Violetta para pasar la borrachera, pero James había estado muy mal todo el día.

—Mejor, la cabeza sigue palpitando, supongo que Alberth estará igual o peor, aunque como es su boda, la emoción habrá matado la resaca.

James por fin salió mostrando su elegante traje negro, camisa y guantes blancos, una de sus manos sostenía el sombrero que completaba el atuendo.

—¿Cómo me veo? —preguntó divertido.

"Como todo un príncipe" pensó con vergüenza.

—¿Ese silencio quiere decir que parezco un bufón?

—¡No! Luce... luce como todo un caballero. —Bajó la mirada para que no notara su sonrojo.

—¿Un caballero apuesto o no? —insistió sonriendo.

—Que vanidoso, ya sabe que es lo primero.

—¿Cuándo llegará el día en que digas: amo es apuesto?

Stephanie se carcajeó nerviosa.

—El día que usted diga: Esclava eres hermosa. Es decir, nunca.

Alzó la mirada encontrándose con la de James que la observaba fijamente, aún con ese tono de diversión, y el silencio reinó por unos segundos, con palabras atoradas en sus labios que querían salir, pero con una conciencia que jamás lo permitiría.

—Creo que ya es tarde —carraspeó Stephanie saliendo del momento incómodo—. Es el padrino de la boda, se supone que esté temprano apoyando a su amigo, dándole las fuerzas para que no salga corriendo.

—Alberth está tan enamorado que debe estar vestido desde el amanecer, sentado en la capilla esperando a Catalina. Hay que preocuparse es de que la novia no haga acto de aparición.

CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora