Capítulo 23. Amistad

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      Éste capitulo se lo dedico a mi bello Doppy, fue un perro bello e increíble que llenó mis días de felicidad. Por siempre estarás en mi corazón mi peludo precioso.    

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      —¡¿Qué te ocurre?! ¡¿Caíste en la demencia?!

James se levantó enfrentándola, aquello le dio el coraje que ella necesitaba.

—El cojín se me resbaló —argumentó mirándolo altiva.

—¿Debo creer eso?

—Es lo que pasó, el cojín se resbaló de mis manos. ¿Se hizo daño, amo? —preguntó fingiendo preocupación.

—Ahora mismo explicarás esta falta grave de respeto. Soy tu amo y por sobre eso un príncipe.

—Uno que no se cansa de humillar a las personas, de tratarlas peor que a una bestia, y me cansé —concluyó agotada, toda esa situación la estaba consumiendo.

—¿Sabes el castigo que te mereces?

—¡Castigo! —Era la palabra clave que estaba buscando—. Castígueme entonces.

Si iban a castigarla que lo hiciera por una buena razón. Corrió hacia James empujándolo en el proceso hasta que ambos cayeron sobre la cama. Histérica lanzó golpes y cachetadas por donde sus manos pudieron hacer daño.

James perplejo al principio solo se cubrió, luego que cayó en cuenta que no se trataba de un sueño comenzó a defenderse. No le fue difícil aprisionar las manos de Stephanie y posicionarse sobre ella en la cama, acorralándola.

—¡Quédate quieta! —gritó al notar que Stephanie no dejaba de revolverse, ella se tranquilizó observándolo con rabia entre sus cabellos rizados—. Debes estar poseída o algo parecido. Podría mandarte a colgar por lo que acabas de hacer.

—¡Hágalo! —clamó—. No tengo razones por las cuáles vivir, no tengo familia ni un futuro establecido. Si me mata me haría un favor.

—No digas tonterías —susurró. Esa mirada roja por las lágrimas, junto con el tono de voz, le erizó la piel. No tenía idea de lo mal que se sentía ella.

—Es la verdad. Estoy harta de no saber lo que será de mi vida. Tal parece que a Dios le caigo mal y me da golpes vez tras vez. Ayer dice que me dejará arreglar los libros contable, pero hoy sale con que ya me vendió a otro hombre. ¡No quiero seguir jugando su juego, antiguo amo!

—Es eso —susurró—. ¿Ahora escuchas tras las paredes?

—Eso no es lo importante. Además, con un amo tan voluble usted también lo haría.

—Ahora soy voluble.

—¿Va a venderme? —preguntó exigiendo una respuesta.

Tuvieron un duelo de miradas, ninguno quiso dar una tregua. Stephanie quería que lo negara, o que lo confirmara si era el caso, y entonces odiarlo en serio y para toda la vida. James... miles de cosas pasaba en la cabeza de James.

—¿Sabes? Estoy harto de que todos me tengan del hombre más idiota del mundo por no haberte tocado. —Seguía en esa posición, con el cuerpo de la esclava a su merced, observando sus rosados labios, esa sueva piel y las esmeraldas que tenía por ojos—. Debería cambiar eso justo ahorita.

Se acercó más, hundiendo las manos de Stephanie entre las sábanas, sus rostros separados por pocos centímetros. Stephanie no se inmutó, su cuerpo no comenzó a temblar, ni de temor, ni mucho menos de excitación. Ella estaba molesta y sabía que solo era un juego de intimidación de parte del príncipe idiota. Tal vez creería que ella se pondría a llorar, pero eso no pasaría.

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