Si en aquel momento nos hubiéramos dicho todo lo que nos teníamos que decir, si te hubiera pedido perdón... todo sería diferente. Pero no tenía el valor de mirarte a los hojos, porque mi tonto orgullo era más grande.
Ahora me arrepiento de aquél gran error que cometí, pensando que siempre me acompañarías en el camino, más nunca imaginé que ya estabas cansado de corregir mis errores.
Que tonto fue no decirte lo que eras para mi, ya que ni lo demostraba con acciones ni con palabras.
Llegó a casa y no estas tú, te marchaste diciéndome un adiós, que fue un placer haberme conocido.
Mis ojos se llenaron de lágrimas al verte cruzar el portón, te pedí que no te fueras, que todo iba a cambiar, pero me respondiste que no.
Me abrazaste tan fuertemente que sentí que todo se había detenido a nuestro alrededor, ese abrazo decía mucho y a la vez decía nada.
Ese abrazo decía se fuerte, no te rindas, no llores, esto es lo mejor para todos, hasta luego, y... te quiero.
Y entonces te vi marcharte... y ahí estaba yo, con el corazón roto en mil pedazos.
Hoy te digo que tenias mucha razón "fue un placer haberte concido".