Capítulo 2

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En la tarde de ayer me la pasé junto a Adam hablando sobre todo tipo de cosas. Insistió durante media hora  que me acercara al muchacho que miraba de reojo pero fue inútil. Al final se conformó con contar sus experiencias amorosas y sobre lo mucho que le gustó una mujer que conoció en una fiesta. 
Desperté con ganas de leer pero sin ningún libro nuevo que conocer así que decidí que era hora de renovar mi colección. Primero busqué recomendaciones por Internet y, cuando por fin supe cuales quería, salí corriendo a la biblioteca. Traigo encima mi abrigo favorito y un gorro. Este simple instante de soledad es lo que me hace sentir plena. Si fuera fotógrafa estaría encantada en este momento ya que en esta época del año la  nieve nos sorprende regalándonos un blanco y hermoso paisaje invernal, y contrariando lo que muchos deben pensar, las calles se llenan de gente paseando por aquí y allá. El amor tampoco se toma vacaciones, puede verse a algunos adolescentes tomados de las manos y estas, al mismo tiempo, cubiertas de forma simpática por guantes. Debo confesar que mi parte romántica se ve expuesta ante las parejas  de este tipo. Siempre soñé con un amor así de puro, que no lastime, que no engañe, y sobre todo que no aburra. "Tal vez todavía estás a tiempo" me digo. De inmediato me saco estas ideas de la cabeza. Estoy bien así, sin dramas, sin problemas. No quiero sufrir más por amor.

Al entrar al sitio, me siento en mi elemento. El silencio que invade todo el lugar es exquisito. Es el escondite al que recurro cuando quiero encontrar a mi "Sofía" interior. Hasta tienen un sector para los amantes del tabaco como yo, por ende no puedo pedir más.

Inicio el recorrido por los enormes pasillos que invitan a revisarlos con detenimiento. Paso por la sección fantasía donde me dejo fascinar por los ingeniosos títulos y bellas portadas, le sigue el género terror con sus letras góticas y escalofriantes dibujos y me deslizo por algunos más hasta llegar a mi preferido, el romance. Cojo los que he seleccionado antes de venir aquí y me quedo curioseando un poco más.  Por alguna razón que no me explico mis pies ,como si fueran llevados por una energía extraña, me guían hasta los apartados de poesía lo que resulta extraño ya que siempre los salteo. Sinceramente no llaman mi atención.

 Miro a los lados para asegurarme de que nadie, además de la cámara de seguridad, está viéndome. Comienzo a cerrar los ojos y pasar los dedos por cada lomo. Este simple contacto me hace sentir desde los más largos y delicados poemas, hasta los más cortos pero para nada simples. Es una pequeña costumbre que tomé hace un tiempo cuando tengo la necesidad de comprar un último ejemplar y no he decidido cual. Mis manos siguen transportándome como si estuviera bajo un hechizo. De pronto se frena en seco al sentir al indicado. Abro lentamente los párpados para coger la última obra que me llevaré hoy. Cuando la tengo en posesión comienzo a leer el título y mis ojos no pueden creer lo que ven. 

"Cien sonetos de amor" por Pablo Neruda.
Como una bofetada viene a mi cabeza la imagen de aquel hombre que me recitó una prosa de este hermoso texto de rodillas frente a mí. En el momento no pude apreciar la magnitud del significado de cada palabra, y hoy en día ya no las recuerdo como para detenerme a pensar en ello. En esa oportunidad tenía un gran desorden en mi vida. Tal vez haya sido al único que oí que de sus labios pronunciaran para mí tales cosas . Realmente creo que seré la primer y última mujer en el universo que se tope con alguien como él y lo deje pasar. Aunque debo decir que en parte fue la mejor decisión, definitivamente el merecía a otra persona que lo hiciera feliz de verdad.

Una sensación extraña recorre mi espina dorsal. Al salir de mis reflexiones y admirar el tomo, estoy dudando si llevármelo o dejarlo en su lugar. Quizás traiga más recuerdos de los que quiero, ya que con solo haber leído el título me ha hecho rememorar bastante. 

De repente percibo una presencia a mi lado y de reojo puedo divisar a la bibliotecaria acercándose a mí.
— No dude señorita. — Sonríe.
No sé como debe verse alguien que trabaja en un lugar donde vendan libros, pero ella tiene exactamente ese aspecto. Aunque es algo mayor, se mantiene bien. Unas arruguitas delatan el paso de la edad. Tiene el cabello color negro, lo que enmarca su rostro perfectamente, terminando con unos grandes ojos azules, llenos de experiencia, como último detalle.
— ¿Disculpe?— Pregunto desorientada.
— Que no dude.— Afirma, mientras observa como si me conociera. — Si en lo que a este autor se refiere, uno nunca se equivocará.
— No comprendo.— La miro estupefacta.
— ¿Nunca ha leído ninguno de sus escritos?— Niego con la cabeza.— Pues es una gran manera de empezar. La cantidad de años que llevo encima es proporcional a la cantidad de textos que han pasado por mis pupilas, y puedo decirle señorita...— Hace una pausa.—
— Sabrina.

— Sabrina.— Vuelve a sonreír.— Que no es por querer vender. La he visto lo suficiente por aquí para saber que  volverá y puedo decirle que no se arrepentirá.
— Le tomo la palabra.— Bromeo, al mismo tiempo que lo coloco entre los ejemplares que ya había seleccionado y apartado. 
— ¿Puedo preguntarle algo? — Ella asiente con un gesto.— ¿Qué haría si le dijera que alguien me ha declarado su amor con este libro?
  — Pues...— Se toma unos segundos para reflexionar.— Le diría que estoy convencida de que no lo ha dejado ir. 

— ¿Y si lo hice?

— Nunca volverá a encontrar otro hombre igual. 

Amor ReciclableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora