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—Y fin —dijo al término de su lectura.

Se habían pasado horas en la biblioteca, y es que Guss insistía en que Marzia le leyera cualquier libro, el que fuese.

Esta vez el turno fue del Pequeño Ladrón de Sombras

—Gracias por leer para mí —le agradeció Guss acostándose en el suelo de la biblioteca.

«En ninguna regla prohíbe acostarse»

Y además, las sillas de ese lugar resultaban incomodas luego de dos horas.

—De nada —Marzia también se tiró al suelo con él.

Pasaron un buen rato ahí en silencio esperando que el otro rompiera el silencio.

—¿Puedo hacerte una pregunta sin sonar idiota?

—Adelante —autorizó el ciego.

—¿Tú... naciste ciego? —bajó el tono de voz por el temor de sonar impertinente.

—Sí, pero no lo asimilé hasta los nueve años, después de ahí aprendí a vivir con esto pero no salía de casa, me daba miedo hasta que mamá consiguió un bastón, en varias terapias me enseñaron a usarlo, también me llevaba a psicólogos y esas cosas extrañas —le explicó Guss naturalmente.

—No fue tan fácil como suena, ¿verdad? —trató de sonar comprensiva.

—Sí, varias veces me perdí —al recordarlo rió aliviando la tensión—. Pero lo superé con ayuda de mamá

—Nunca hablas de tu padre —dijo Marzia.

A Guss se le escapó un suspiro, la chica con miopía se sintió tan tonta por aquella afirmación que lo único que se le ocurrió fue esconder su cara llena de vergüenza en el pecho de él.

—Él no quería un hijo que no lo pudiera ver, supongo —contestó secamente—. No te preocupes, no es tu culpa

—Es mi culpa por haberte recordado eso —se echó la culpa.

Nuevamente quedaron en silencio y aprovechó para acomodarse en el pecho de Guss, inconscientemente rió por lo bajo al sentir sus latidos, parecía que el corazón de ese chico iba a explotar en cualquier momento.

—¿Es aburrido estar conmigo? —le peguntó.

—Para nada, mírame soy una total rebelde haciendo escándalo con el director y acostada en el piso de la biblioteca, eres una mala influencia —enumeró las situaciones agregándole drama y exageración al asunto.

—No me había dado cuenta de lo bad boy que soy —confesó riendo.

—¿Dónde estuviste toda mi vida?

—Es que me perdí mientras te buscaba

«¿Cómo no quererlo?»


n/a:

¡Hola y chao! Pero no sin antes dejarles un gif

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La Chica con MiopíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora