Cayendo al vacío

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Me la pasé conversando con él, y lo importante no era sobre lo que hablábamos, era que por fin lo hacíamos, o eso creo. No le gustaba sentarse y aburrirse viendo series de televisión, lo odié por eso. Su comida favorita es yogurt con cereal, le dije que eso no se considera como tal pero no cambio su respuesta. No tenía una película preferida pero lo gustaba lo gore y el terror, detestaba los de misterio y suspenso. Entre ver televisión o leer me dijo que prefería salir a correr y tocar la guitarra. Me mostró algunos instrumentales que había compuesto y cuando me preguntó si me gustaban, asentí sin haber escuchado nada por la música de la fiesta. Cuando pasamos a hablar sobre mí, no se me ocurrió nada que decir. Era como si todo este tiempo haya estado en coma y acabara de despertar. Todo estaba excelente, las cosas tranquilas y lo más importante, transparentes. Todo estaba excelente hasta que me preguntó algo que nunca en mis dieciocho años de vida cuestioné.

—Para ti, ¿qué es el amor? —sus ojos de chocolate no me ayudaban, sólo servían para ponerme más nerviosa de lo que ya estaba, suspiré cansada

—Es una ilusión, un espejismo para ser más exactos. No existe, y si existiera sería sólo para determinadas personas, aquellos valientes y suicidas dispuestos a entregarlo todo a cambio de nada —y lo dije, sin miedo a su rechazo

—Esas cosas te sirvieron para algo entonces —dijo refiriéndose al teléfono

Vaya, al fin coincidimos en algo. No sé que era lo que yo sentía, no era amor porque como ya lo dije, no existe.

—Pero si el amor no existe, dime entonces qué es lo que siento por ti —mi atención se dirigió a sus labios, sus rosados labios

He ahí cuando el tiempo paró y todo mi ser se desvaneció. Nunca nadie me había dicho eso, o al menos habérmelo dicho con otras palabras más sutiles. Me fui incomodada por su falsedad, o porque no podría soportarlo si fuera así. Como una niña perdida en busca de su madre, me fui a la deriva buscando con la mirada a Clara, oh Clara tú eres la única de las dos que puede lidiar con este tipo de cosas.

Y ella estaba en el baño, sentada en el lavabo con un hombre entre las piernas, le pasó el dedo por la espalda y ella se contorneaba dando risillas, no quería ver más. Salí y me topé con una sonriente chica y cinco chicos alrededor suyo, no quería ni imaginar lo que esperaban de ella.

Por curiosidad, sólo por eso, me puse a la busca de Diego. Él no estaba donde lo dejé pero su botella su anteriormente estaba a la mitad, ahora estaba vacía y a punto de caer al suelo cuando alguien utilizó esa mesa como cama de un motel.

Genial. Saqué de nuevo el celular y jugué con el dinosaurio saltarín, mil puntos betches. Llegué a esos mil y hubiera llegado a más de no ser por esa ave prehistórica que le dio a mi dino por la cabeza. Eran las cuatro de la mañana y ya tenía sueño, no es por ser aguafiestas pero era hora de irnos. Como no encontré a ninguno de los primos, subí al segundo piso a curiosear los dormitorios, quizás podía dormir en uno.

—¡Cierra la maldita puerta! —necesitaba el borra memoria que Mabel destruyó

Aquella voz fue de hombre, hubiera pasado desapercibido si no fuera porque vi su rostro y era el mismo que el tipo junto a otros cuatro hombre y esa chica, no lo creo. Ella estaba en medio, con la mitad del cuerpo desnudo y arrodillada en medio del círculo de esos tipos, lo peor es que parecía que lo disfrutaba.

Huí por las escaleras intentando no ver más morbosidad, no gracias que ya tengo suficiente. Esquivando persona tras personas me llevé otra grata sorpresa, necesitaba algo en que caerme. Una chica de cabellos rubios y tez caucásica arremolinaba a uno de cabello negro y tez morena con besos ardientes e interminables. Diego aceptaba esos besos e incluso, le agarraba las nalgas.

Perdida en AustraliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora