1. Primer Día de Escuela

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"Maestro, esto es peligroso. Ha caído en las manos equivocadas. Todos están en un gran peligro ¿Qué vamos a hacer?"

Lo primero que vio fueron sus cabellos azulinos pegados a sus ojos. Los apartó de un soplido y se sentó entre las sábanas. El primer día de escuela era algo por lo que emocionarse.

Se visitó velozmente, sin pasar a llevar la curita que cubría el corte que tenía en su dedo. A la próxima debería cocer con más cuidado, pensó. Bajó las escaleras corriendo cuando su madre la llamó para desayunar. En el piso inferior la esperaba un gran tazón de leche con cereales, pues tenía que utilizar mucha energía el primer día, según su madre. Lo bebió a cucharadas apresuradas y le dio un beso a su madre para finalmente salir de casa. Su padre trató de despedirse cuando notó que faltaba un pequeño utensilio escolar. La muchacha tuvo que volver a buscar la olvidada mochila antes de precipitarse a la salida.

Bridgette era una muchacha de contextura delgada y un atractivo cabello marino, el cual sujetaba con dos coletas a los lados. Normalmente usaba una blusa blanca con una chaquetilla oscura y unos shorts de mezclilla y ese día no era la excepción. La chica recorría las calles de París con su mirada llena de candidez y optimismo mientras los numerosos coches se introducían por el laberinto de edificios que era aquella ciudad francesa. El sol relucía, como dándole la bienvenida al nuevo año escolar, lo cual solo provocaba que la chiquilla aumentara su entusiasmo. A pesar de su pequeñez en comparación con los altos edificios grises, Bridgette parecía relucir en colores vivos y sonrisas simples.

Sus pies ligeros la dirigieron casi volando a la Escuela María Bernette, una institución con más de 100 años de antigüedad que se había renovado recientemente. Por fuera el edificio parecía tener un rostro añejo de color beage con una gran puerta escarlata que invitaba a los estudiantes a pasar. Por dentro la escena cambiaba casi completamente. Las paredes color pastel se teñían de un anaranjado oscuro y las arrugas de fundían en paredes lisas. La madera del piso tenía un color sangriento y se podía vislumbrar un largo pasillo por el que los alumnos se dirigían a sus clases, en el cual unas grandes ventanas daban a jardines llenos de vegetación y un par de banquillos para los recreos.

La chica se detuvo y se llenó los pulmones de aire mientras disfrutaba de la vista. Cuando se dispuso a moverse un pie se topó con un pequeño escalón y su cuerpo se vio despedido hacia adelante, por suerte sus manos la salvaron del impacto contra la cara, pero no de las burlas.

Katrina era una estudiante de intercambio, venía de Irlanda y tenía un hermoso cabello rojo que, a pesar de ir amarrado en una coleta, le llegaba a la cintura. Desde que había llegado a la escuela tenía la costumbre de humillar al resto del alumnado como si le significara una gran satisfacción. Solía estar rodeada de gente que la seguía.

-Cuidado con la cola, pequeña raptor- rio. Todos los presentes siguieron su ejemplo. La pelirroja la había apodado así en burla de su cuerpo pequeño y delgado, por lo que luego de un tiempo había mucha gente que la llamaba así.

La chiquilla peliazul se levantó lentamente del suelo, se enderezó los mechones de pelo, se colocó bien la mochila y siguió caminando, pero algo había cambiado en su expresión, ya no era alegría desenfrenada, sino resignación con un nivel de desagrado. Disminuyó la velocidad con la que caminaba y su espalda se torció un poco hacia adelante. De repente había recordado el factor Katrina y su día se había vuelto mucho peor.

-Le juro que yo no hice nada. Estaba en el baño y ¡nunca me acerqué al casillero de Katrina!- exclamó Bridgette señalando la tira adhesiva que envolvía su dedo- Estaba cambiándomela.

-Quiero creerle señorita, pero los alumnos a los que les he preguntado afirman que eras la única que tenía razones para realizar alguna pillería en contra de ella- el director era un viejo barrigón al cual le quedaba un poco de pelo en los bigotes- es su palabra contra la de todos ellos.

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