Alturas Misteriosas

9. Especial de Halloween Parte 2

La campana que anunciaba el fin de clases hizo su aparición y, mientras todos los alumnos ordenaban sus pertenencias para retirarse, Bridgette se acercaba con el corazón en la mano hacia el rubio que en ese momento trataba de mantenerse en pie. La muchacha se colocó detrás de él y dijo su nombre en un susurro suave, Félix se volteó y la observó con su típico rostro de indiferencia tratando de reflejar normalidad, pero la verdad era que estaba increíblemente pálido, el sudor corría por sus sienes y su estómago retumbaba cada dos minutos, sin embargo, la chiquilla no notó nada de esto, sino que se quedó mirándolo embobada escuchando solamente sus gritos interiores.

-¿Quieres ir a la biblioteca?- dijo al fin con una voz demasiado chillona, luego se quedó petrificada.

El alumno se encontró genuinamente sorprendido. Claramente no era un buen momento para acompañarla a ese lugar, tenía que atender unos asuntos demasiado urgentes como para ponerse a pasa el rato en la biblioteca.

-Es que... necesito ayuda en algunas materias y... a ti te va tan también...- comentó sin apartar su mirada del piso.

Félix estaba a punto de negarse cuando recordó el coche que lo esperaba fuera del establecimiento. Incluso si llegaba a casa sin ser descubierto era de seguro que Nathalie se daría cuenta de su estado y él no quería pasar por el periodo de preocupación extrema que ocurría cada vez que él mostraba cualquier síntoma de enfermedad, incluso el más absurdo. Miró a la muchacha frente a él. Ella parecía ser la única persona que no se daba cuenta de nada.

-Está bien.

Una vez en la biblioteca Bridgette se encontraba completamente cubierta por libros hasta la cabeza, pues fue lo único que pudo hacer al encontrarse tan nerviosa, solo sacó y sacó libros de la estantería para evitar hacer otra estupidez. Ni hablar del rubio que a ratos no podía ver lo que tenía frente a él, por un momento las figuras que se encontraban adelante a él aparecieron como meras manchas cuyos bordes eran indefinibles. Con dificultad había logrado mensajearle a Nathalie para decirle que se quedaba a estudiar.

-Félix... ¿Te sientes bien?- preguntó la chiquilla luego de mirarlo por un rato.

-Sí, sí- se apresuró a responder él escondiendo su cabeza en un libro- es solo que no he podido comer en todo el día ¿En qué quieres que te ayude?- interrogó para cambiar el tema.

La de cabellos marinos se puso a pensar en aquellas materias que no entendía, pero desde hace algún tiempo que estaba en problemas con todas, así que, como era usual, dijo lo primero que se le vino a la cabeza.

-Química- se dio vuelta para revolver el contenido de su mochila en busca del cuaderno correspondiente. En ese instante Félix comenzó a sentirse diferente, su olfato había captado un olor nuevo, uno de lo más extraño y atractivo. Lo deseaba como nunca había deseado algo, lo encontraba embriagador y casi le quemaba la garganta, su pecho se infló emocionado y su corazón comenzó a bombear más sangre de lo común. Descubrió de dónde provenía toda aquella exquisitez: Bridgette.

No pudo evitar acercarse para disfrutar aquel aroma mientras la chiquilla dejaba el cuello al descubierto al momento de sacar sus apuntes del reverso de la silla. La tentación de disfrutar de aquel pedazo de carne con los dientes fue tan tentador que con unos labios tímidos y a la vez ansiosos rozó la blanquecina piel. La muchacha, sin saber lo que ocurría, se alejó con los pelos crispados y los ojos muy abiertos. Podía ser entendible que ese tipo de cosas las hiciera Todd, pero no el rubio que estaba frente a ella.

Félix, al comprender lo que acababa de hacer, se levantó de su asiento y se fue en dirección al baño con el paso apresurado. Una vez allí se encontró solo frente al espejo, justo como en el recreo anterior, pero esta vez estaba totalmente pálido y las venas estaban espeluznantemente marcadas a lo largo de su cuello y rostro. Se miró a los ojos y no reconoció el tono verdusco que observaba, lo encontraba extraño y amenazador, no era que estuvieran más claros u oscuros, sino que tenían un cambio perceptible solamente para aquel que lo miraba.