Día 26.

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Día 26.

Bebía lentamente de mi vaso con una mueca en la cara. Dejé caer mis manos a cada lado de mi cuerpo suspirando. Estaba mal, muy mal. Notaba la bilis subir por mi garganta cada vez que bebía de ese vaso. Pero no podía parar. El líquido amargo perforaba mi garganta.

El sol comenzaba a salir por el horizonte anunciando un nuevo día, y yo me encontraba tumbado sobre la arena con la espalda apoyada en una roca.

Había estado allí toda la noche. Con bastantes copas de más. Y ahora se podría decir que estaba completamente bebido.

Pasé una mano por mi pelo tirando de los extremos.

Sam era tan difícil.

Esta noche había acabado mal, y yo ni siquiera le di tiempo para que disfrutara del ambiente. Yo tampoco había disfrutado. Y no me alegraba de eso. Había estado toda la noche en esa playa. Solo. Y bebiendo como un desquiciado como si el fin del mundo estuviera a la vuelta de la esquina.

Cuando intenté levantarme para irme a casa, caí otra vez contra la arena. Golpeándome la cabeza con la roca que tenía detrás mío. Gruñí y me llevé la mano a la zona del golpe.

Ni siquiera me inmuté cuando al mirar mi mano la encontré llena de sangre.

Bufé molesto y me moví incómodo. La rabia que tenía porque mi cuerpo no respondiera a lo que mi mente ordenaba me frustraba de sobremanera. Estaba agobiado, mareado y con ganas de vomitar. La culpabilidad  me invadía por cada poro de mi cuerpo y de lo único que tenía ganas era de soltar un par de lágrimas en la penumbra.

Sin que nadie me oyese.

Tapé mi cara con mis manos inhalando fuertemente. Estaba muy nervioso. Y me temblaba prácticamente todo el cuerpo. Hasta pensé que de verdad me había vuelto completamente loco cuando vi a Sam caminando hacia mí.

El alcohol me hacía alucinar.

Pero no, no fue una alucinación mía. Ella estaba viviendo hacía mí. Y yo lo único que podía hacer era inhalar y exhalar aire fuertemente sin parar.

Su cara lo decía completamente todo. Estaba incrédula. Enfadada. Triste y decepcionada. Me limité a mirarla de arriba a abajo impasible. Ella se llevó una mano a la boca.

-Leo...-Susurró, y se acercó a mi  asustada-

Saqué fuerzas de donde no tenía y elevé una mano.

-No te acerques. -pronuncié como pude-

-Estás borracho. –dijo, como si no fuera obvio-

Sonreí de lado con sorna. No sabía por qué me estaba comportando como un idiota. Negué con la cabeza.

-No te acerques...a mí. -cerré los ojos y los volví a abrir con pesadez. Ella me miraba sin entender- Aléjate de mí -balbuceé- no te quiero a mi lado.

Negué más fuerte con la cabeza. Mi boca pesaba y estaba pastosa. Mi cuerpo pesaba.

-Me haces daño, Sam.  -volví a decir, pasados unos segundos. Ella inspiró fuertemente-

-Nunca he querido hacerte daño, Leo. ¿Qué ha pasado contigo? -preguntó en un susurro, bajando la mirada y acercándose más a mí-

Los encantos de Sam (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora