Distrito cuatro

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Antes del Capítulo tercero, quisiera tomarme las letras de agradecer a quienes se tomaron la molestia de tanto leer, como comentar este proyecto. Lo han hecho más gratificante.

Si alguna vez desean dar su opinión o sugerencias, siéntanse libres. Yo las leeré con gusto.

Gracias.

...

1

La fragilidad especular del tiempo era una de las cosas del mundo que, al escaparse por entre los dedos, deleitaba a quien se detenía a meditar al respecto por siquiera un momento. Y ella, como la espuma del inmenso mar, iba y venía y volvía a desaparecer y aparecer como por lapsos mágicos de tiempo.

Era aquella -la levísima densidad del tiempo- la que se había tragado los dos años desde la noche de verano virulenta donde le arrebató su brazo derecho y lo devoró todo sin piedad alguna. Y para ese entonces, para ese presente particular. Los vientos del Este la habían traído, insólita, al distrito en donde conoció el poder y la violencia; la adrenalina y las pesadillas de párpados despiertos.

-¿Qué haces, U-chan?

Seiren se asomó por detrás. La había sentido desde que bajaba las escaleras; quizá desde antes, desde cuando se levantaba del sillón en el cuarto contiguo y se vestía y se recogía el cabello largo.

Ella, simplemente, era fácil de sentir. Fatalmente sencilla de percibir.

-¿Te estás burlando o se te ha pegado esa costumbre de Itori? Estoy intentando diseñar una máscara- Respondió sin mirarla, concentrado en el boceto de trazos que se cortaban en perpendicular.

-Me burlo, me burlo. Solo eso.

La mujer veía las directrices de grafito por detrás de su hombro sin emitir sonido alguno. Él entendía aquel silencio como su forma particular de indicar –o esconder- que algo le agradaba o le hacía sentir a gusto.

No volteó a verla propiamente, no necesitaba ver su expresión para saber que sus ojos yacían silentes y sus labios sin curva.

Había aprendido a ver poco más allá de lo evidente, más allá de las muertes y las expresiones colocadas con mesura falaz. Era así: Uta había comenzado a desenredar la esencia de sus expresiones años atrás, poco tiempo después del incidente que le costó uno de sus apéndices y de las constantes veces que la vio por el distrito que "pacificaba". O como se propuso hacerlo en aquella ocasión apremiada e inesperada, habiéndola localizado en una saturada estación del centro de Tokio.

Allí, sentada en una esquina helada, bañada con el rocío de la garúa vespertina, se erigía a medias la figura que paseaba insensible por entre los seres del mundo. Las pisoteadas de la gente andante, sus caras y sus cosas no la removían en lo mínimo de su existencia.

Necesitaba desenredarla.

-¿Qué haces aquí, Seiren-san? Este lugar está repleto.

-Me gusta aquí.

Él ladeó la cabeza, sin expresión, queriendo comprenderla sin poder hacerlo -¿Quieres que te pillen las "palomas"? ¿No es una forma estúpida de cometer suicidio, aquí, en medio de tanta gente?

-No realmente. No planeo nada como eso.

Era sobria, muy sobria, en ese entonces.

-¿Entonces? No me digas: Te irás del cuarto distrito.

-Ya quisieras- Cuando ella contestó, una mirada nostálgica plagó su rostro en lo que, además, no desviaba la miraba de las personas andantes –Prefiero pasar el rato en donde hay movimiento y está poblado: Deja menos espacio para estar con los monstruos de uno en soledad.

Wendigo - Tokyo Ghoul Fanfic (Arima x OC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora