Parte sin título 2

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El repartidor les apuntó con la pistola y Emily y Payton gritaron. Todas las chicas se asomaron al pasillo para ver qué ocurría. No eran repartidores, ¡Eran ladrones tal y como salían en el sueño de Payton!

Todo ocurrió demasiado rápido, uno de los repartidores hizo una señal y entraron otros treinta ladrones comenzando a desvalijar la casa, atando y amordazando a las chicas que se encontraban en ella. El ladrón que tenía agarrada a Emily, la durmió con cloroformo y se la llevó a una camioneta negra, Payton intentó evitarlo dándole patadas y mordiscos al secuestrador sin parar de gritar, pero lo único que consiguió fue que también la drogasen y la secuestrasen a ella.

Pasaron varias horas, aún ni siquiera había amanecido cuando Emily y Payton recuperaron la consciencia. Las dos amigas se miraron confundidas y se sobresaltaron al recordar todo lo ocurrido, y examinaron todo lo que les rodeaba. Ya no estaban en la camioneta, sino en una habitación gris, con una pequeña rejilla de ventilación en la parte superior y cuatro colchones mugrientos. En la esquina, había un pequeño baño con azulejos amarillos rotos que parecían no haber sido limpiados durante años, en donde se encontraban una ducha, un retrete roto, un lavabo cutre y cuatro toallas llenas de polvo.

Al terminar de examinar aquella habitación, se dieron cuenta de que no estaban solas, su amiga Lilith y Dahlia también habían sido secuestradas y llevadas allí. Aún estaban bajo los efectos del cloroformo, por lo que Emily y Payton decidieron zarandearlas para que espabilasen.

-¿Qué pasa? ¿Dónde estamos?- preguntó Dahlia un tanto confusa, llevando una mano a su frente.

Lilith, empezando a ser consciente de todo lo ocurrido, se levantó perdiendo los nervios.

-¡QUIERO SALIR DE AQUÍ! -gritó aporreando fuertemente la puerta, comenzando a llorar como una niña pequeña, y como consecuencia, se rompió una uña- ¡Me vais a pagar la manicura nueva, lerdos!

-Lil, cálmate -se acercó Payton por detrás intentando tranquilizarla.

-Esto parece sacado de un libro...-comentó Dahlia, quien ya consciente, examinó todo lo que había a su alrededor.

-¿¡Un libro!? ¡Esto es una pesadilla! Un sitio mugriento, asqueroso, se me está encrespando hasta el pelo, solo falta que se me rompa el tacón. -se lamentó Lilith alzando sus manos hacia arriba sin dejar de gritar-. Encima tenemos que aguantar a la rarita ésta, hablando de sus libros frikis.

Aquellas últimas palabras que salieron de la boca de Lilith, fueron el detonante de la furia de Dahlia, ya que harta de que la estuviese menospreciando siempre, se levantó con impetuosidad, y la empotró contra la pared agarrándola del cuello.

-Mira, niñata superficial, estoy harta de ti, de tus insultos y de tus estupideces. A mi tampoco me apetece estar aquí compartiendo habitación con una pedante que se preocupa más de sus uñas y de su pelo oxigenado que de encontrar una solución para salvar su propio trasero y el de sus amigas, así que como vuelva a escuchar salir de tu boca repipi otra palabra despectiva hacia a mi o hacia cualquier otra persona del instituto, te parto el cuello, te arranco la piel, y se la doy de comer al primer perro hambriento que pase, ¿Te has enterado? -le amenazó mirándola a los ojos de manera tan desafiante, que parecía que en cualquier momento iban a salir chispas de sus ojos.

Lilith se quedó callada y asustada sin saber que decir, nunca antes se le había enfrentado nadie de esa manera, pero al final, todos los actos crueles que llevaba años haciéndole a Dahlia, estallaron en su cara en cuestión de segundos.

-A ver, chicas, tranquilidad-intervino Emily separándolas para calmar el ambiente-. Dahlia, si se vuelve a meter contigo, le quitamos la tarjeta de crédito que le duele más y ya está.

Entre la sangre y la magiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora