Capítulo uno

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« Marie »

Sonreí nerviosamente, porque por fin había podido cumplir mi mayor objetivo desde que... bueno, desde que tenía memoria. Miré la pantalla del aeropuerto de San Francisco, donde ya se veía escrito "Londres". Me mordí el labio inferior, tratando de contener mi euforia. No era que no fuera feliz en mi casa, con mi padre y mi hermano. Simplemente necesitaba algo de libertad, sin estar controlada las veinticuatro horas del día por los dos hombres a los que tanto quería, pero que tanto me sobre protegían. Así que, tras mucho batallar con ellos, conseguí que me dieran permiso para irme a estudiar la carrera que quería en Londres. Una universidad privada, una buena residencia, y una chica adorable como compañera de cuarto... o eso esperaba. El sueño de cualquier adolescente.

Después de un duro e interminable viaje en avión, y un trayecto más, aquella vez en taxi; llegué a la misma puerta de la residencia. Suspiré, con una sonrisa de nuevo, ya me dolían las mejillas de tanto sonreír, sin embargo no podía evitar sentirme tan feliz. Caminé, arrastrando como pude las dos grandes maletas que llevaba –donde solo tenía parte de mis cosas, ya que las demás llegarían por paquetería–, y fui hacia la recepción, donde una mujer mayor, con el pelo canoso y una sonrisa afable, me atendió.

— Buenas tardes – saludé educadamente.

— Hola, buenas tardes. ¿Puedo ayudarle en algo?

— Sí, verá... Bueno, acabo de llegar aquí y no sé... uhm, nada – reí levemente –. No sé dónde tengo que ir, cuál será mi cuarto...

— Oh, claro. Un momento – sonrió ella, mirando en una libreta –. ¿Eres Marie Grace? – preguntó, mirándome; yo asentí – Has tenido suerte, solo nos quedaba una plaza – me sonrió –. Bueno, tú cuarto es el número 21, está en esta misma planta, al final del pasillo. Esta es la llave – dijo, tendiéndomela –. Ésta de aquí es la del cuarto, y ésta es la del parking, tú tienes la plaza 21B – explicó, señalando cuál era cuál –. Bien, servicios: la lavandería pasa por ropa todos los miércoles y los sábados a las 7 pm, puedes dejar la bolsa en el pasillo, frente a tu puerta. El gimnasio está abierto todos los días de 6 am a 12 pm. El servicio de cafetería y restaurante está abierto las 24 horas, al igual que la biblioteca. Cualquier duda que tengas, los horarios de los servicios de la residencia están colgados en la puerta de tu cuarto, y puedes venir a preguntarme cuando lo necesites – me dijo dulcemente. Yo sonreí, agradecida.

— Muchísimas gracias.

Agarré, como pude, las llaves que me había tendido la mujer y me despedí de ella. Caminé por el largo y amplio pasillo, observando cada lugar con detenimiento. El lugar parecía tranquilo. Parecía... Ya que cuando me paré frente a la puerta de madera que tenía un "21" en metálico sobre ella, pude escuchar un estridente sonido. Probablemente era algún tipo de música heavy, o rock duro, puesto a todo volumen. Hecho que confirmé al abrir la puerta, ya que la música estaba tan alta que pareció golpearme.

Con el ceño algo fruncido, tratando de soportar aquel infernal ruido, caminé adentrándome en un moderno y minimalista salón. Todo alrededor estaba decorado en blanco y negro. Entonces, vi que en el sofá había un chico dibujando en un cuaderno. Parecía ni siquiera haberme oído entrar. Me fijé en él. Su cabello era algo largo, y bastante rizado, de un color castaño chocolate. Sus brazos, desnudos porque llevaba una camiseta de manga corta, estaban repletos de tatuajes. No me agradaba su aspecto. Me moví para quedar algo más cerca, a ver si así se percataba de mi presencia, pero estaba tan ensimismado, centrado únicamente en su dibujo, que seguía sin notar que ya no estaba solo. Intenté hacerle ver que estaba ahí aclarando mi voz en tono bajo, pero como la música estaba tan alta, ni siquiera me oía. Entonces me percaté de algo. Tenía que compartir la estancia con un chico, cosa que no me hacía ninguna gracia. Y menos compartirla con un chico así.

Please, don't « Dark Knight 1 » | DISPONIBLE EN DREAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora